Amapolas en octubre

 


 
   El peso de los recuerdos a través de los libros.

 

              Una vez más y espero que sean unas cuantas, el Club de Lectura Gijón-Sur nos hemos reunido para comentar sobre este libro, que ha traído sus más y sus menos, gustando o no a partes iguales. En casa hemos compartido la lectura. A mi mujer le gustó la trama, a mí no.

              Nada por distintas razones. Me hice una idea del libro y resultó ser otra. La primera hoja es para enmarcar, el resto no, paso a explicarme. En casa de mi madre, la protagonista de los libros de mamá, entradas que de vez en cuando cuelgo en esta silenciosa bitácora que nade lee, también escribíamos sobre libros, frases de escritores y libros sobre libros, y todo aquello sobre lo que estuviéramos leyendo o tuviésemos entre las manos, junto  a las citas de otros personajes, sean literarios o no, hasta el título de último libro que en esos momentos leíamos, e incluso lo acompañábamos con algún dibujo, porque en el fondo éramos un poco feriantes, esto último lo digo con todos los respetos del mundo. Así que creí que iba hablar de una cosa y resultó ser otra, además la lectura coincidió con la fecha aniversario del fallecimiento de mi madre y el ‘asunto’, se torció.

              Nos encontramos ante una novela circular, porque narra la vida de la protagonista principal desde que era pequeña hasta el final de la novela, todo muy feelgood, historias donde todo es de muy buen rollo, que te deja buen sabor de boca. Si hablamos de conexiones literarias, puedo decir que el título me a llevado y recordado a una lectura realizada hace muy poquito tiempo, que es preciosa, La librería del señor Livingstone, junto a otra que todavía no está reseñada por aquí, ‘El fantasma y la señora Muir’, que también tiene una película con el mismo nombre, un título inolvidable por ambas ramas, la literaria y la cinéfila.

              Metidos ya en materia, los padres de Carolina y Guillermo, concluyo que hay mucha reserva por salvaguardar ciertos espacios familiares a los hijos, con un abuso sentimental y emocional por su parte, pero sigo diciendo que a pesar de todo me gustando esa parte lit-feelgood que tiene el libro, porque la literatura es un elemento sanador. En este caso no nos vamos a encontrar con el otro extremo, como podría ser otro libro ya leído en el club, Zuleijá abre los ojos’ de Yajima Guzel, que también trajo sus más y sus menos, menuda tragedia, una disconformidad torera entre los de sol y los de sombra.

Laura Riñón Sirera en la librería de su propiedad que da nombre al título del libro

              Resaltar que Carolina, para comunicarse con su madre necesita  de la literatura. ¿Hay una falta de socialización o es que no tiene otra forma de hacerlo? ¿Puede ser también que yo no hay socializado con el libro o la protagonista

                Más puntos que comentar, veamos; el lado romántico del mismo no me ha gustado nada, y me pasó lo mismo con la ya comentada ‘La librería del señor Livingstone’ y, eso que era mucho más feelgood que esta, pero que le vamos hacer, cada uno tiene sus gustos e intereses, a estas edades de la vida ya no se pueden cambiar, cagón la leche.

              No debemos olvidar el guiño feminista a la historia, que está bastante bien, dejando a un lado esas canciones eurovisivas que tanta polémica han traído a esta pacata sociedad, que avanza a paso de diplodocus, himnos llenos de empoderamiento donde predomina cierto adjetivo calificativo que aquí no vamos a pronunciar, y esto que digo no es para meterme en un berenjenal.

              Yo creo que como ocurre en la historia, cada uno de nosotros, en la vida real representamos un personaje literario, sea Sylvia Plath o el capitán Acab. Cambiando de tercio, decimos que, la autora abusa de la sensibilidad en las escenas, y pinta todo muy edulcorado, a los que considero columnas de papel sin cimientos, en un ambiente bucólico y muy pastoril. Además, la historia en sí no es tan idílica como parece, pero sí melodramática.




              Sobre Sylvia Plath diré que para mí es muy pastosa, no acaba de sublimarme como poeta. Toca un tema tabú, eso es valentía, hablando del suicidio. Tanto Andrea como Sylvia Plath están muy logradas.

              La autora es un poco elitista. Se habla demasiado sobre ‘La librería de Jo’. ¿Una publicidad encubierta, subliminal? Volviendo a dar la traca, la turra o como coño se diga, la historia vuelvo a reiterarme que es artificial, y veo a los personajes sin profundidad.

Elitista porque:

La protagonista tiene un profe universitario, enrollándose con él.

Los padres se accidentan en un velero, no en un coche o en otro lado más normal para la gente común, las que vamos a pie a todos los sitios, sin necesitar chófer, taxi o la madre que nos parió, con perdón.

Estudia en internados y luego los termina en Boston, otra ciudad para mi elitista.

Es un mundo irreal, solo creado para ciertas clases sociales. Esta opinión no la realizo porque yo sea uno de esos representantes de la denominada ‘working class’.

Ella trabaja poco, todo lo hace la empleada.

Volviendo a dar la murga con los personajes, otra cosa más, creo que son de persiglás, estereotipados, con un toque de caldo Avecrem, pero sin gallina blanca, donde los implicados en la historia están poco trabajados, demasiado redondos, muy de ir a merendar a casa de Bertín Osoborne y poniéndose morados a vino fino, jamón del guay corto en sal, gin tonic hasta el amanecer… personas que no gente que dice, admírame, pero no me toques.



              No tocan la fibra del lector, (por lo menos la mía), un mundo de patata, imposible para el resto de mortales, como tu y yo, eso sin olvidarnos de la máquina de escribir de Hemingway, pues sin ánimo de presumir diré que estoy en posesión de otra máquina, la del gran maestro Ray Bradbury, ¿pasa algo? La autora sabe y mucho de literatura, además sabe muy bien vender libros.

              Finalizando ya está larga reseña, un asuntillo más para terminar. Es un experimento fallido meter ahí en la trama, entre los renglones de la historia a Mrs. Dolloway. Somos veinte personas en el club de lectura, y la mayoría hemos pensado lo mismo, que no lo ha conseguido. Además, hay demasiada cultura anglosajona. ¿Dónde está la española? No todos respiramos el mismo aire, pero poco importan mis palabras, cuando ‘Amapola en octubre’ lleva tantas ediciones por algo será.

              Quisiera parafrasear unas palabras de Guillermo, si no se sufre no quiere decir que no me importe, cada uno siente las cosas de distinta manera’.


 Club de Lectura Gijón-Sur

             

 

 


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