Planos paralelos
El aeropuerto
es desde donde no puedes ir a ninguna otra parte. Un no lugar en el que el
tiempo no pasa y donde no hay esperanza de existencia alguna. Una terminal: el
fin. El aeropuerto no ofrece nada a ningún ser humano excepto el acceso al intervalo
entre aviones.
Relectura:
Alguno de nosotros ha sufrido más
de una vez esa desesperante y larga espera por ese maldito avión que nos lleve
finalmente a nuestro destino, en un lugar llamado aeropuerto donde todo no es
tan bonito como parece, lugares donde el tiempo pasa muy lento y, el cabrón del
reloj no espolea para nada sus manecillas para que vayan avanzando, haciéndolo
milimétricamente, hay que joderse. Un espacio, esto lo pongo para no volver a
repetir la palabra lugar donde uno no sabe que hacer hasta que llegue el
ansiado momento de largarse de allí, no sin antes haber bajado del cielo a
todos los santos posibles, así que, hasta que llega el maldito vuelo,
dicho de forma exabrupto el puto avión, podemos gastarnos el dinero en
la cafetería, donde te meterán un ‘clavazo’ de muy señor mío por un café
que sabe a tintorro, tener un par de narices y entrar en una de esas tiendas gilipollas
para gente gilipollas y, caras de cojones, sentarte en una incómoda
silla para ver pasar el personal, jugando a inventarse que tipo de vida lleva
cada uno.
Bromas o críticas aparte, mi mujer
y yo estuvimos casi ocho horas en el aeropuerto de Fiumicino (Roma) esperando
por nuestro vuelo de regreso a España. Como ambos tenemos discapacidad, nos
llevaron a una sal denominada ‘Presidio’, donde nos comentaron que no
podíamos abandonar debido a nuestra condición, hay que joderse con los países
denominados desarrollados, hasta que se nos hincharon las pelotas y
decidimos salir de allí, para irnos a nuestra puta bola. Manda
huevos.
Ya no
tenemos una norma. Ya no tenemos especies. Somos papilla genética.
Sita Dulip, cansada de este tipo
de situaciones (supongo que de otras tantas más) y cansada de reposar el culo
en incómodas sillas aeroportuarias mientras esperaba el siguiente vuelo, tuvo
una magnífica idea, descubriendo, mediante un método al que puso su nombre,
realizar viajes interplanares. Es decir, para que me entienda todo el mundo, la
capacidad de poder desplazarse a otras realidades, a otros lugares, espacios o
como coño le queráis llamar, donde habitan, viven, matan el tiempo y, hacen el amor
civilizaciones muy parecidas a la nuestras, más o menos avanzadas, de ahí el
título del libro, que, críticas sobre el mismo tiene bastantes, pero yo, debo de
ser la excepción diré que me gusta el elegido por la editorial, dígase Minotauro,
y con esto no penséis que les estoy haciendo la rosca, porque es mentira.
Diré que, les he mandado algún que otro manuscrito y todavía no me han contestado,
a pesar de que dicen que responden a todo el mundo, sea para bien o para mal. Hay
joderse, pero uno en la vida pienso que debe de ser sincero.
La autora, la archiconocida y
multipremiada Ursula k. Le Guin, hace un recorrido por una quincena de planos,
espacios transversales o como coño le queráis llamar, descritos con mayor o
menos acierto por parte de la creadora de “Quienes se marchan de Omelas”,
donde notamos un particular toque antropológico, con tintes y pequeñas punzadas
de ideología anarquista, (por lo menos yo lo veo así), rematados con matices de
moralina.
¿Quién
es completamente de fiar a menos que esté muerto?
Entre estos cuentos podíamos destacar
‘El silencio de los asonu’, donde vuelvo a repetir que destacan
bastantes connotaciones antropológicas. Sucede lo mismo con ‘Las estaciones
de los ansoroc’, que me encantó, siendo uno de los mejores cuentos de la
narración. No debemos olvidarnos de ‘Los voladores de Gy’, que es la
hostia de relato, una crítica a esta sociedad, que mira de reojo, por encima de
la oreja a todas aquellas personas que quieren volar de una forma
diferente al resto de la gente. ¿Os suena de algo?
Sin embargo, hay otros que se
quedan cortos, insípidos y podíamos decir que timoratos, quitando algo de
calidad a la lectura, con demasiada sencillez para mi gusto. Recordaros que ‘Planos
paralelos’ fue premio Locus en el año 2004.
La Agencia Interplanar podrá en vuestras
manos un instrumento muy valioso, el tradumático, que nos ayudará a
comunicarnos con los habitantes de los diferentes planos, sin necesidad de
aprender o conocer sus extraños idiomas, todo sin ningún problema, sabiendo la
historia por ejemplo de ese lugar dónde todos tienen la sangre azul, menos una
familia, que es plebeya que siempre está en boca de todos, siendo un verdadero
foco de atención. Lugares donde siempre es Navidad, San Valentín o el 4 de
julio, lugares donde el capitalismo es y será la religión principal. Vosotros
venir con buenos dineros, del resto ya nos encargamos nosotros. Vuelvo a repetir
lo mismo. ¿Os suena de algo?
Y se
lo encuentran, desde su punto de vista, virgen: inexplorado, subdesarrollado, un
plano tercermundista, que parecía estar ahí esperando la magia del hombre
emprendedor, el toque mágico de la explotación.
Ultílogo:
Siempre he pensado que muchos de
los cuentos e historias, junto a películas infantiles de nuestra niñez, son en
realidad cuentos para mayores, como Alicia en el País de las Maravillas, Los
viajes de Gulliver (donde la autora le hace algún que otro guiño en la
historia), Willy Wonka y su fábrica de chocolate, El Mago de Oz (junto a
ese camino de baldosas amarillas, de las cuales hay mucho que escribir y
decir), algunas de las historias de los hermanos Grimm, donde sigo manteniendo
que la bruja de la casita de chocolate, no era malvada, ni perversa, era una pobre
comedora de pecados, aunque todo esto es pura ficción envuelta en una
maravillosa sabiduría filosófica. Un mundo de fantasía e irrealidad del cual no
queremos escapar, todo es cuento, como estas letras que escribo en esta
silenciosa bitácora que nadie lee. Felices viajes interplanares y, sobre todo,
no perdáis el avión en vuestro viaje de vuelta. Pensándolo bien, para lo que
nos vamos a encontrar, mejor será perder el vuelo y seguir conociendo otros mundos,
aunque sean menos simpáticos que el nuestro.
Yo
espero que las personas que no se me parecen no sean como yo; una expectativa,
tan razonable como pueden serlo las expectativas; pero a mi mente se le hace
más difícil admitir que las personas que sí se me parecen no sean como yo.
Feliz retorno
a casa…
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