El Libro de Exeter

 

Códice de Exteter

         Hoy viajamos hasta la ciudad hasta el condado de Devon en Inglaterra y ahí visitaremos la ciudad de Exeter, donde se encuentra su conocida catedral, de estilo gótico y techo abovedado, pero lo mejor de todo es que en el interior de la misma se encuentra el protagonista de la entrada de hoy, ‘El Códice de Exeter’ aunque también es conocido como Codex Exoniensis, bajo el epígrafe MS. 3501, siendo creado en el S.X (960-990 d.C.).

           En el interior nos encontramos una antología de poesía anglosajona, vamos, que está escrita en inglés antiguo, para que nos entendamos, que está comprendido naturalmente y sin ánimo de ser reiterativo en el período anglosajón, que dura aproximadamente unos 600 años, que va desde el S.V hasta que fueron conquistados por los normandos en el año 1066, en los que se incluyen, estoy hablando del ejemplar en cuestión, poesía épica, -como no podía ser de otra forma, eso cae de cajón- hagiografías (vidas de santos, su paso por este valle de lágrimas), sermones, que aquellos tiempos debían de ser de aúpa, traducciones bíblicas, crónicas de la época, adivinanzas y… hasta conjuros. Deciros que, de aquellos tiempos, uno de los libros más conocidos era del de Beowulf, que algún día trataremos en esta silenciosa bitácora que nadie lee.


Catedral de Exeter (Devon - Inglaterra)


              Otro detalle más y volviendo al tema que nos traemos en cuestión, está entre los cuatro grandes ejemplares de este tipo de Códices, que los voy a decir del tirón, como en la escuela, y casi sin respirar, ahí van: El Libro de Vercelli’, ‘El Códice Nowell’ y ‘El Manuscrito Junios’. Fue donado Leofric, obispo de la ciudad de Exeter a la catedral con el mismo nombre, y esto ocurrió sobre el año 1072.


El códice está dañado por el mal uso, por la ignorancia del hombre,
que es y será un personaje que nunca sabrá lo que trae entre manos...

             Como algunos de sus compañeros (lamentablemente) está mutilado, ha sido dañado, ya que las primeras ocho páginas fueron reemplazadas por otras, perdiéndose las originales, (así se lo haga pagar el diablo cuando viajen a los mismísimos infiernos) una lástima. Fijaros si es importante que es la mayor colección conocida en idioma anglosajón, una lengua flexiva y con mucha libertad de sintaxis, donde la Unesco lo ha reconocido como “uno de los artefactos culturales más importantes del mundo”, pero, no todo queda ahí, el anticuario y erudito Lawrence Nowell, el supuesto propietario del códice que lleva su nombre, bueno, pues este personaje añadió al manuscrito algunas notas al margen, pobrecito mío, haciendo también lo mismo un tal Georges Hickes, teólogo de profesión, allá en el no muy lejano S.XVII.

Post scriptum:

              Siempre que hago este tipo de entradas digo lo mismo, no me mueve ningún interés personal, dígase económico, ni académico, ni cualquier otra zarandaja por el estilo, tan solo -vuelvo a repetir- el interés divulgativo, porque ya me ha pasado. Yo me gano la vida pesando camiones en una multinacional dedicada el metal, ojo, no al vil metal, que es bien diferente. Uno estudia una cosa y acaba trabajando de otra.




              Este tipo de libros, a lo largo de la historia en caído en las manos de personas que no han apreciado el tesoro que tenían, incluso han sido utilizados como tabla de corta, ‘manda güevos’, es y será la vil ignorancia del ser humano, no solo queda ahí, también ha sido utilizado como posavasos para la cerveza. Las épocas consideradas oscuras no lo son tanto, eran tiempos en donde se hacían grandes cosas, que examinadas con un poquito de cuidado pueden resultar interesantes desde un punto de vista histórico y académico, pero claro, si ahora nos resulta un poco difícil entender un idioma imaginaros antes, la complicación que sería entender el idioma anglosajón del S.X para toda la gente que viviera en el S. XVII por ejemplo, entonces es normal que dieran importancia cero a semejante ejemplar.

              Cuidemos de la cultura, es bien que tiene que ser imperecedero, es nuestra historia y la de nuestros hijos, saber del pasado es mantener el futuro, haciéndolo más justo y accesible a todos. Ser buenos y divulguemos la cultura, es un bien necesario.

             


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