La bibliotecaria
“Somos la materia de la que están hechos los sueños”.
Si tuviera que empezar esta entrada con el título de un libro lo haría con uno que se menciona en el mismo, ‘El sueño de una noche de verano’ de William Shakespeare, porque eso es lo que le sucedió a la protagonista de esta historia, un bonito sueño que duró muy poco tiempo. También tiene banda sonora, porque a lo largo del libro suena de fonda la canción ‘Dirty old town’ del autor inglés Ewan MacColl, compuesta allá por el año 1949 aproximadamente, y que tiempo atrás fue comentada en esta silenciosa bitácora. En España llegó a ser muy conocida gracias al grupo The Pogues, al que le iba entre otras cosas la música tradicional irlandesa con un toque un poco punk.
I
found muy love
where the
gaslight falls
dreamed
a drean
by the
old canal…
Estamos
a finales de los años 50’s del siglo pasado, y Sylvia Blackwell llega a un
pequeño pueblo de Inglaterra –East Mole-
cercano a Salisbury, para hacerse cargo en la biblioteca de la localidad de la
sección infantil de la misma. Nada más llegar, según aterriza en los hermosos
parajes que rodean la zona, -con un
bonito camino de sirga- llegan las zancadillas, porque en el pueblo, a
pesar de ser una preciosidad no todo es lo que parece, y como sucede en las
localidades pequeñas hay sus ‘dimes y diretes’.
A pesar
de todos sus esfuerzos se encuentra con una sociedad clasista, tradicional y
pacata que aún mantiene los vestigios y el espíritu de una época victoriana que
algunos quieren mantener, donde la 2ª G.M. aún está presente con sus huellas,
con sus trágicos momentos, acordándose del viejo Churchill, que sigue haciendo
sombra a una sociedad que vive de épocas pasadas, de mejores tiempos llenos de
convencionalismos, donde existe un armario donde guardan los libros, en un
lugar denominado “Acceso Restringido”, y un libro ‘Trópico de Cáncer’ de Henri Miller –novela que comentan no es apta para cualquier sensibilidad, y más en
aquellos tiempos- que dará mucho que hablar, formando parte de una
travesura infantil que marcará la vida de la trastada con unas consecuencias
que durarán años, pero eso algo que no puedo anticipar porque no hago spoilers
y creo que ya se me ha escapado alguno unos cuantos reglones más arriba.
La
bibliotecaria se gana la simpatía y amistad de los niños que vuelven acercarse
(si es que lo hacían) a la sección infantil de la biblioteca, en una apartado
casi abandonado por un responsable que solo se preocupa de sí mismo. La actitud
de Sylvia con el público infantil es respondida de forma positiva, ya que los
sábados por la mañana la biblioteca y en especial la sección dedicada a los ‘polluelos’
de la zona se llena de actividad y movimiento, y eso disgusta bastante al
bibliotecario jefe.
La llegada de un atractivo y maduro doctor junto con una hija marisabidilla lectora voraz, y bastante avanzada e inteligente para su edad trastoca la apacible vida de Sylvia, ya que entra en su vida como un elefante en una cacharrería, pero Marigold que así se llama la criatura sabe más de la cuenta, y las cosas empiezan a liarse un poco más de la cuenta en una tranquila localidad de la campiña inglesa. La vida de Sylvia siempre estuvo rodeada de libros
“Sin
embargo, los libros se convirtieron en sus aliados mudos y, en ocasiones, en
más que amigos”.
(El
autor de esta entrada piensa que también le ha pasado lo mismo).
Los palacios son bibliotecas llenas de historias, eso comentó Sylvia a una de las pequeñas gemelas cuando por primera vez pisó una, que razón tenía. Un viaje por un montón de títulos que han marcado la vida de la autora –Salley Vickers- , muchos de los cuáles aquí nos son desconocidos, pero hay excepciones, unas cuantas. Los títulos de Beatrix Potter, C.S. Lewis con ‘Las crónicas de Narnia’, ‘La abadía de Northanger’ de Jane Austin, ‘Orgullo y prejuicio’, ‘Los cinco’ escrito por Enyd Blyton o ‘Los siete secretos’, un canto a la lectura y a la pasión por los libros.
“Sylvia
vaciló: Ella siempre disfrutaba más de un libro si sabía cómo terminaba”.
Post scriptum:
Debido
a las pruebas de educación selectiva que efectuaban a los estudiantes de la
época para el acceso a bachiller o derivarlos a la formación profesional el libro
me ha recordado a Kes de Barry Hines, ya sabéis que un libro siempre te lleva a
otro o te hace recordarlo. Un examen final nunca debe marcar la vida de una
persona, pero así sucede muchas veces.
Barry
Hines en Kes nos explicaba como sesgaban a los alumnos por cursos entre
listos y tontos, algo que me tocó vivir en mis primeros años de la antigua
E.G.B. allá por los años 70, donde las clases, que en ocasiones superaban los
treinta alumnos estaba compuesta por tres filas: Listos, regulares y tontos. Es
el día de hoy que todavía no entiendo cómo hemos podido salir adelante en la
vida, peso a la despreocupación total de algún enseñante para con nosotros, y
esto no es ninguna crítica, tiene que ocurrir de todo en estos mundos de Dios,
por eso entiendo la pregunta que Sylvia hizo al profesor de octavo B y que le
molestó bastante.
-¿Qué
hay del grupo C? No podría haber ahí talentos ocultos.
-Quíteselo
de la cabeza. Los de octavo C son unos burros.
Sylvia buscaba el éxito de los niños, y que amasen
la lectura como una de las razones más importantes de la vida, tan importante
como para sentirse satisfecho con uno mismo.
(Nuevamente no tengo más remedio que remitirme a
Kes).
También la autora hace una llamada importante, y es
la necesidad de leer de vez en cuando a nuestros clásicos o a los grandes
clásicos de la literatura universal, aunque no nos gusten, porque es recordar y
aprender sobre la literatura de un país o sobre unos momentos del pasado que
nunca podremos vivir, y eso se hace gracias a una fantástica máquina del tiempo
como son los libros.
Cuando vayamos a las Bibliotecas Municipales,
verdaderos oasis de cultura y conocimiento que hay en las localidades de toda
España, seamos buenos clientes, recorriendo y examinando los estantes en busca
de nuevos hallazgos, también nos podemos quedar absortos contemplando las
distintas secciones que componen este particular reino, disfrutémoslo.
Se me olvidaba, no seamos como ‘Mary la Majara’ que dejaba a sus hijos
en la biblioteca para hacer la compra más tranquila sin que la molestaran.
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