Radicales libres

 



Radicales libres – (Alice Munro)

 

Corto de café: Una visita inesperada.

 


Si alguien llama a tu puerta, no abras


 

  “Al principio la gente llamaba por teléfono para cerciorarse de que Nita no estaba demasiado deprimida, ni demasiado sola, ni comía demasiado poco o bebía demasiado. (Había sido una bebedora de vino tan diligente que muchos olvidaban que tenía completamente prohibido beber). Ella mantenía las distancias, sin parecer ni dignamente afligida ni anormalmente animada, ni distraída ni confundida”.

 

Introductio:

   Cuando hablamos de Alice Munro y sus relatos rápidamente los relacionamos con ese mundo rural canadiense, pueblos muy similares al conocido sur norteamericano, donde lo campestre está tan cercano, en un ambiente que conocía a la perfección, donde las costumbres, las tradiciones de siempre y, un tiempo que parece no pasar nunca siempre están muy presentes en las narraciones, a las que algunos han llegado a comparar con uno de los grandes cuentistas de la historia, como era Chéjov. Hombres y mujeres normales, para nada héroes, que aparecen en sus páginas, convirtiéndose en verdaderos protagonistas, en unos relatos envueltos en una falsa sencillez, donde a cada línea van cogiendo fuerza e interés, como sucede en el relato de hoy “Radicales libres”.

Argumentum:

   Alice Munro nos traslada a una de sus habituales zonas rurales, en un indeterminado lugar donde no vive casi nadie, apartado del mundo y, que el dichoso y cansino tiempo (sobre todo en tiempo de canícula) no pasa ni a cañonazos. Nita es una mujer que acaba de enviudar recientemente, vive sola y para colmo de males tiene cáncer, un tres en uno nada apetecible, llevando como buenamente puede la muerte del marido. Está en ese estado límbico que se encuentra entre el más allá y este extraño presente, que cada día nos depara una sorpresa, como sorpresa fue la inesperada visita de un individuo, que desde un principio se vio que no traía buenas intenciones, que el cabronazo -perdonarme la expresión- buscaba algo.

   No viene a revisar los fusibles de la casa, ni arreglar ninguna avería, viene por otros motivos, y estos no son para dar palmas, más bien para estremecerse. Entre ellos comienza un diálogo, una conversación que a lo mejor no puede acabar bien, porque ambos tienen cosas, asuntos que esconder, oscuros secretos que, en este inesperado momento van a salir a la luz.

   Surge un miedo que Nita irá esquivando a través de la conversación y de los acontecimientos, que irán surgiendo en cadena, hasta que finalmente se desentraña el pasado-presente de ambos, en un final que para algunos podía ser el esperado, para otros una grata sorpresa.

“Una mañana, después de estar un rato sentada, pensó que hacía mucho calor. Debía levantarse y poner los ventiladores. O bien, para ser más respetuosa con el medio ambiente, podía abrir las puertas de delante y de atrás y dejar que la brisa, si la había, entrase a la casa por la tela metálica”.

 


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