La catástrofe de Punta del Diablo

 


La catástrofe de Punta del Diablo – (Alberto Edwards)

 


Largo de café: Accidente o asesinato…  - “La huella del crimen” (8).

 

Un descubrimiento inesperado

 


“Los santiaguinos son como las ovejas: por donde uno va, han de ir todos. (…) No es raro, pues, que muchos de los pintorescos rincones que avecinan a Santiago sólo sean conocidos de algunos alemanes e ingleses”.

 

Introductio:

    Dicen que los autores de siempre nunca cansan, que muchos autores de los de siempre suelen ser atemporales, y que por mucho que pase el tiempo, sin importar el género al que se dedican sus lecturas siempre serán amenas. Esto es lo que me ha pasado con la última lectura de la compilación de narraciones que se encuentran en “La huella del delito”, donde nos encontramos con las primeras narraciones del género noir en castellano, ha cargo de varios autores y editado por Quálea.

Argumentum:

    En “La catástrofe de Punta del Diablo” publicado en 1914 se nos presenta a un detective aficionado, amante de nuestro detective favorito, dígase Sherlock Holmes resuelve un intrincado y complicado accidente de coche en un peligroso lugar, donde la familia de un adinerado terrateniente pierde la vida de una forma bastante extraña. Román Calvo, hombre de una prodigiosa memoria, gran talento detectivesco y un cerebro poco común, delata al verdadero culpable mediante antiguos recortes de periódico y un mineral, pedrusco, piedra casi sin importancia que encontró de forma sorpresiva en el lugar de los hechos.

“El lecho del Mapocho está formado exclusivamente de cantos graníticos redondeados por la acción de las aguas, y esta piedra angulosa y, si no me equivoco de cuarzo…

 

Post scriptum:

    Uno disfruta leyendo este tipo de antologías, con buenos relatos que echarse a la boca como ha sido el caso. Alberto Edwards, escritor y político chileno, también periodista, fue articulista en el diario ‘El Mercurio’ que sale mencionado alguna vez en la redacción de este policiaco texto, acierta con el personaje de Román Calvo, que a pesar de su apariencia de ñaco, termino despectivo que se usa en ciertos países para referirse a personas incultas, vulgares y ordinarias (también para los que en su apariencia física son poca cosa) es capaz de resolver lo irresoluble, dando con el quiz de la cuestión y descubriendo al asesino. ¿Se puede pedir algo más?

Post scriptum:

   Para finalizar diré que el relato es ameno, no cansa con términos (terminachos jurídicos o médicos), tampoco es reiterativa, tiene ritmo, y el ritmo, aunque sea el de aquellos tiempos va in crescendo, algo que agradece el lector, en definitiva podemos decir que nos hemos encontrado con el Sherlock Holmes chileno.


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