Melina
Melina
– (Juan Ramón Lucas)
Largo de café: Una parte muy reciente de nuestra
historia más imperfecta.
Cogéi
una cuerda y afogáila
Introductio:
Melina
es una historia de resiliencia, una parte de nuestra historia más reciente y,
sobre todo, una loa a todas aquellas mujeres luchadoras, que pese a la intransigencia
de los tiempos supieron ser ellas mismas, buscando su libertad y ese hueco que,
a causa de su sexo, la sociedad les negaba, siendo las verdaderas precursoras
de lo que se convirtió el movimiento feminista, que gracias a mujeres como Clara
Campoamor, Victoria Kent, Concepción Arenal y nuestra querida doña Emilia Pardo Bazán (auténtica heroína escondida en esta silenciosa bitácora) fueron las verdaderas
pioneras de lo logrado hasta hoy día, aunque todavía queda mucho por conseguir,
pero ellas dieron los primeros valientes pasos.
“No someterse es un extravagante y carísimo
ejercicio”.
Argumentum:
La
historia está basada en las propias anotaciones personales y vivencias de la
madre del autor, Lucrecia Fernández que Juan Ramón Lucas ha novelado de una
manera maravillosa, haciendo y consiguiendo que Melina te llegue al corazón
como fue en mi caso.
Nos
trasladaremos -gracias a la magia de los libros- a la Asturias minera y
revolucionaria del año 34 del siglo pasado (donde los sueños nunca se hiceron
realidad porque pasaron de largo), año en que nace Melina, una bebé no deseada
por su padre, que quería un varón, que con el paso de los años, fracasada la
revolución y perdida la guerra civil muestra un desapego hacia la hija, a la
cual no acepta, mientras que ella, como chica-mujer fuerte, dura, inasequible a
eso que llaman desaliento, lucha por salir adelante pese a las zancadillas y
reveses de la vida, que juega unas cartas bien distintas a las que posee la
familia Fernández Agüeros, que no gana para disgustos, para sustos y
detenciones a cargo de la temida guardia civil, por mucho que haga por
evitarlos, pero todas las calamidades
habidas y por haber les vienen encima.
“Esta cría paez una negrona. Nun
será mía… Su piel era más oscura y su pelo negro como el carbón acentuaban la
diferencia con sus hermanos. ‘Negrona’, le dijo. Y con Negrona se quedó, porque
así la llamó hasta que se fue de casa”.
Melina
decide emigrar hacia la Argentina, como lo hicieron muchos españoles de aquellos
revueltos y tristes tiempos, donde el llamado terruño, unida a la fatalidad
padecida por los perdedores obligan a huir, a escapar por pies, buscándose el
pan en lejanas tierras, llenos de angustias y tristezas, quizás para no volver
jamás, pero la protagonista de esta bella historia, Melina, regresa a su Mieres
natal, a esas tierras verdes, junto al oscuro y negro río Caudal (debido al
carbón, en las ya casi extinguidas minas, que tanto trabajo dieron), para poner
en marcha sus sueños, hacer palpables aquellas cosas que rondaban por la
inquieta cabeza, alcanzando no sin esfuerzo las metas que tanto ansiaba, pese a
las condiciones políticas de la época y el hecho de haber nacido mujer, donde
las zancadillas son dobles, y el “hostiazu” más grande, pero eso no la
arredró.
“Y ya hay muyeres que están
diciendo y haciendo cosas para que no seamos solo las que hacen en casa y tienen
fíos”.
Post scriptum:
El
éxito nunca viene solo, va acompañado de luchas y esfuerzos titánicos, pero la
determinación -esta palabra es para escribirla más de mil veces y nunca
cansarse- de Melina podía con todo. Ese esfuerzo de miles de mujeres, en
especial en la España de unos tenebrosos tiempos es para mirarse en el espejo,
y al igual que aquellas mujeres repetirnos lo mismo, “yo puedo hacerlo, yo
puedo conseguirlo”.
El éxito, que bien suena pero que difícil es dar los pasos necesarios para conseguirlo, y sobre todo, no cansarse ni rendirse ante las dificultades que ‘la puta vida’ nos pone en el camino.
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