El cuarto sin ventanas


 

Un corto de café sentados en algún lugar indeterminado del universo.

 

                   Un relato con una visión fantástica y, que se acerca mucho a la obra de su maestro, el irrepetible Borges, donde nos volvemos a encontrar -una vez más- sus planteamientos metafísicos sobre la vida. Un autor que siempre quedará marcado por el título de su libro insignia, “La invención de Morel”, pero si hay algo que podríamos destacar de él es que, podemos catalogarle como uno de los grandes reformadores del género fantástico, que podemos comprobar en la reseña de hoy, “El cuarto sin ventanas”, pero nuevamente quisiera volver a recalcar algo, los textos que escribió con Borges, bajo los seudónimos de H. Bustos Domecq y B. Suárez Lynch, ya han pasado a la historia de la literatura iberoamericana, cabe decir también que los Biorges son legión.

                   La época del Telón de Acero dio y da para mucho, época de engaños y espías, de los dos bandos en los cuales se dividía el mundo, buenos y malos, vuelvo a repetir que nos encontramos con una buena historia con carácter fantástico para llevarse a la boca, perteneciente a “Historias desaforadas”. El relato no va de apuntes de viajes, cosas cotidianas, costumbres de los pueblos y así por el estilo.

                   Un turista para nada accidental decide adentrarse en la Alemania Oriental (Berlín Este) y, un compañero de viaje algo pedante -el también lo es- decide mostrarle una casa, su casa, donde puede encontrar el límite del universo, donde para mi gusto, -siempre para mi gusto- nos podemos tropezar con ciertas similitudes con el Homero argentino, Borges, siempre omnipresente debido a la contextualidad de sus escritos, sobre todo cuando se habla de temas como el límite del universo, espacios transversales, lo ignoto del tiempo, pero en Bioy me gusta, aunque en algunos aspectos noto que le falta algo, sobre todo en esos finales tan abruptos en los que participa, a los que me tiene acostumbrado. También hay ciertos momentos en que uno pierde un poco el hilo y se despista, en ocasiones con un desarrollo digamos que criticable.

                   Si coges un barco con destino a la isla de Morel, no intentes después ‘dormir al sol’, porque creo que el amigo Bioy Casares le entran prisas -en determinadas ocasiones- por encontrar un final en el que parece que se ha perdido. El nuestro mientras tanto será leer libros.


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