Libro de Horas de Kacmarcik

 


“Horae Beatae Virginis Mariae”

(Título original)



 

              Durante el S.XVI en un atelier de Ruan (Francia) salió este libro que hoy comentamos, que por su sencillez es uno de los más bellos, hermoso como todos los de su clase, en donde se pueden ver y apreciar influencias de talleres similares como pueden ser los de París –donde maestros como Geofroy Tory estaban mostrando al mundo de lo que eran capaces de hacer- y Tours, que tampoco se andaban a la zaga en cuanto a iluminación de manuscritos, destacando sobre todo las iluminaciones en oro.

              Cabe destacar que en estos lugares, me estoy refiriendo a los atelier ya trabajaban a pleno rendimiento, haciéndolo como una verdadera línea de montaje, hablando claro, tenían iluminadores trabajando bajo la supervisión de un iluminador jefe, un maestro ilustrador, manteniendo así la pauta marcada en el trabajo a realizar.




              En este Libro de Horas podemos resaltar varias cosas. Se reflejan en él las costumbres litúrgicas de Sarum, en Salisbury –que posee una de las catedrales más hermosas de Inglaterra- destacando las oraciones de laudes y prima. Estas influencias son debidas a que durante una buena época Francia estuvo ocupada por los ingleses, así que sus textos fueron utilizados en las correspondientes liturgias de donde se encontraban, vemos que en las diferentes devociones del día (al observar este libro) las imágenes de la Crucifixión, junto al Descenso del Espíritu Santo están situadas en lugares diferentes en las iconografías correspondientes a la Visitación y a la Natividad de Cristo.





              Iluminado para la devoción privada, que nuevamente vuelvo a recordar es una oración para los laicos, eran totalmente personalizados, a gusto del usuario, representándose en ellos y en miniaturas pinturas donde se veía la vida de los santos, de Jesucristo y de la Virgen María, (acordémonos del título original de este libro), junto al resto de oraciones habituales, esa Liturgia de las Horas que uno debía recitar ocho veces al día. Estos libros iluminados eran una buena forma de ponerse directamente en contacto con Dios sin la necesidad de utilizar ningún intercesor de por medio.



              Este manuscrito en cuestión consta de 141 hojas de 16*11 cm. En sus bordes notamos la ausencia de decoración, encontrándonos con un grueso marco dorado y una inscripción latina al pie del mismo, acompañado de figuras rudimentarias, pero vuelvo a repetir que la belleza del libro radica en la sencillez del mismo y a mí me encanta.


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