El Beato Morgan en Nueva York
Perhaps in Tábara 940-945, executed for Abbot Victor
of the Monastery o San Miguel de la Escalada.
#quedateencasa
#lecturasencuarentena
A estas alturas de la vida hay varias cosas que no puedo negar, ni debo, como es mi pasión por los libros en especial por los grandes manuscritos iluminados, verdaderas joyas de nuestro pasado, ya que lo importante de ellos no es el conocimiento que hay en su interior, que está encerrado en ellos, que son muchos y variados, sino más bien toda la historia que traen consigo, como el 'Libro de Horas de Leonor de la Vega", y uno de los más bellos "Las muy ricas horas del duque de Berry", dignos ejemplares de tenerlos durante unos instantes en las manos y contemplarlos, como ocurrió con el "Libro de las horas de Carlos V". Estos manuscritos iluminados llegan a tal punto de pureza que los grandes expertos y bibliófilos en este tema dedican prácticamente toda su vida al estudio de los mismos, y hoy en esta bitácora siempre silenciosa queremos sacar a la luz uno de los más conocidos y bellos, "El Beato Morgan", que como todo buen manuscrito que presuma de serlo lleva tras de sí una historia encerrada, con sus luces y sombras, con sus misterios, pasando a ser uno de los grandes manuscritos medievales.
Se encuentra en la 'Gran Manzana' en la ciudad que nunca duerme en la denominada capital del mundo mundial, que para lástima y vergüenza nuestra no está en nuestro territorio, lugar del que nunca tenía que haber salido, pero así son las cosas, porque fue iluminado, se escribió en el Monasterio de San Salvador de Tábara (Zamora), y pertenece a los llamados Beatos de Liébana.
Como he mencionado anteriormente el manuscrito fue adquirido en 1919 tras
alguna que otra andanza (como todo buen códice que se preste) por el museo
neoyorkino Pierpoint o Morgan Library, de ahí su nombre, por tanto son los
propietarios de tan deseado manuscrito, en su tiempo estuvieron más listos que
el hambre y disfrutan de su posesión, pero el pueblo de Gradefes en León, el
cuál mi tío ha sido veterinario ha pedido por activa y por pasiva su retorno y
ellos claro, como es natural han dicho que nones, no van a perder uno de los
mejores códices medievales que existen, alegando que esta ‘joya’ en cuestión procede de San Miguel de Tábora, (aunque las
respuestas americanas siempre han sido contradictorias) de un scriptorium donde
han salido los mejores manuscritos, y estamos hablando del S. X. Nosotros como
tontos que somos lo dejamos partir, y ahora nos lamentamos. Los conocidos como
“Beatos” deben ser una de las partes más importantes de nuestra cultura,
pasando a ser posesión del Patrimonio Nacional, y que no estén vagando por el
mundo de una casa de subastas a otra por culpa del maldito dinero, del
beneficio de sus propietarios, olvidadas en el país de origen y para disfrute
de coleccionistas particulares, que al final son los únicos que saben apreciar
la obra.
En este Beato nos podemos
encontrar con escenas del Juicio Final y ‘el
sellado de los elegidos’ según relata el libro bíblico de Apocalipsis o
Revelación, también hay retratos de los Evangelistas. Son aproximadamente 300
hojas impagables. Un manuscrito iluminado instructivo y que al mismo tiempo
muestra el temor ante los juicios divinos, en una sociedad medieval que no era
tan oscura como pensamos, unos libros iluminados con unas grandes técnicas ‘artesanales’ que hoy día siguen dejándonos boquiabiertos.
Ultílogo:
Recordar que en ese ‘tiempo de tinieblas’, que para
muchos/algunos estaban llenos de oscuras negruras, escondían los secretos ante
la vista de todo el mundo para mantenerlos ocultos. Sin embargo con los
maravillosos códices iluminados ocurre todo lo contrario, no hay misterios
porque…las maravillosas verdades y conocimientos estaban ante la vista de todo
el mundo, para que nada estuviera cubierto de ese halo de misterio tan común en
todas las épocas.
Un apasionante mundo el de
los iluminadores, con sus beatos, sus libros de las horas, salterios,
antifonarios, hombres como Jean Mielot – creador de ‘Miracles de España’, el hombre que se retrató a sí mismo
trabajando sobre su scriptorium. Mención aparte merecen aquellos ilustradores
(en especial algunos monjes) que eran capaces de entrar en estado de trance e
incluso místico para la realización de los trabajos, pero eso ya es otra
historia…
Jean Mielot: Iluminador y traductor de manuscritos, que se retrató muy 'finamente' vestido, aquí aparece de forma elegante, como si fuera un laico.
Ya queda poco.
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