15 frases del libro: La ciudad sin nombre
15 frases del libro: La ciudad sin nombre
Hay cosas que es mejor
no verlas… ni saberlas. Hay momentos que nunca se olvidan.
Un horroroso
descubrimiento
Buscando la raza olvidada: Paseando con
Lovecraft.
Uno se
aventura en busca de imposibles, descubrimientos que le hagan famoso, ir tras
las ruinas de viejas y desconocidas ciudades que el ojo humano nunca ha visto, restos de antiguas civilizaciones que nunca han sido holladas por
las manos del hombre (mejor así), y cuando esto ocurre te puede pasar lo mismo
que al narrador de este terrorífico relato, la experiencia vivida quedará
grabada para siempre en tu memoria, y noche tras noche tendrás unas horribles pesadillas
que se repetirán sin cesar hasta el fin de tus días.
1. Cuando
me acerqué a la ciudad sin nombre supe que estaba maldita. Viajaba por un valle
árido y terrible bajo la luna, y a lo lejos la vi sobresalir misteriosamente
por encima de las arenas como partes de un cadáver pueden sobresalir de una
tumba mal hecha.
2. Remota
en el desierto de Arabia yace la ciudad sin nombre, desmoronándose
inarticulada, bajo sus muros ocultos por las arenas de incontables edades.
3. No
está muerto lo que puede yacer eternamente.
4. Y en
extraños eones incluso la muerte puede morir.
5. Sólo
ya la he visto, y por eso ningún otro rostros muestra líneas de miedo tan
horribles como el mío; por eso ningún otro hombre tiembla tan horriblemente
cuando el viento nocturno sacude las ventanas.
6. Una
vez más me aventuré dentro de aquellas ruinas inquietantes que se hinchaban
bajo la arena como un ogro bajo un cobertor, y de nuevo cavé en vano en busca
de reliquias de la raza olvidada.
7. (…) y
contemplé signos evidentes de la raza que había vivido y rendido culto antes de
que el desierto fuera desierto.
8. Sólo
en los terribles fantasmas de las drogas o del delirio puede un hombre tener un
descenso como el mío.
9. Es
imposible dar una idea de estas monstruosidades. Eran del tipo de los reptiles,
con líneas corporales que sugerían a veces el cocodrilo, a veces la foca, pero
más a menudo nada de lo que el naturalista o el paleontólogo hubieran oído
jamás.
10. Estas criaturas, me dije, eran para los
hombres de la ciudad sin nombre lo que la loba era para Roma, o algún tótem
para una tribu de indios.
11. Tal vez los propios ritos implicaban
arrastrase imitando a las criaturas.
12. (…) porque en las garras diabólicas de las
corrientes arremolinadas parecía habitar una rabia vengativa tanto más fuerte
cuanto que era gran parte impotente.
13. (…) pues caí balbuceando una y otra vez
aquella inexplicable copla del loco árabe Alhazred.
14. Al volverme, vi perfilado contra el éter
luminoso del abismo lo que no podía verse contra el crepúsculo del corredor:
una horda de pesadilla de demonios que se precipitaban; demonios distorsionados
por el odio, grotescamente ataviados, medio transparentes, de una raza que
nadie podría confundir: los reptiles rastreros de la ciudad sin nombre.
15. Estaba más asustado de lo que podía explicar,
pero no lo suficiente como para saciar mi sed de asombro; así que cuando el
viento desapareció, crucé a la cámara oscura de donde había venido.





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