El señor Nakano y las mujeres


 

     Dicen que en lo ordinario se esconde el mayor de los misterios y, puede que estén atinados en tal observación las personas que piensan de esa manera, pues dentro de nuestra rutina diaria puede esconderse una gran magia, la magia que hacer mover al mundo con la cotidianidad de cada día, donde uno debe de tirar por el carro de la vida, desde la mañana a la noche. Sino fuera por los miles de personas que día a día (valga la redundancia de la frase) hacen mover al mundo, el mundo no sería mundo.

Ad rem: vayamos al grano:

      El señor Nakano es el propietario de una tienda de artículos de segunda mano, aunque el conocido señor Nakano nos indique tanto por activa como por pasiva que, en realidad es otra cosa, sigue siendo una tienda con artículos usados (que para él es bien diferente), pero en verdad es una trapería, con la cual se gana la vida, además, tiene dos empleados, junto con una hermana, también algo enamoradiza, que de vez en cuando, más tarde que nunca, le echa una mano, pero también es para cotillear como lleva esos mal de amores que le traen de cabeza, no solo eso, en tal particular escena comercial, entra la gente más extraña y estrafalaria de Tokio.

      Recordar, tal y como dice el señor Nakano ‘esto no es un anticuario’, sino una tienda de segunda mano, algo que repite hasta la extenuación, al igual que yo en esta entrada. Masayo, la hermana del propietario, a la cual ya conocéis y del mujeriego propietario hace exposiciones de muñecas. Todos conviven en un lugar donde, como en la vida misma, parece difícil encontrar la felicidad, pero pasa lo mismo tanto en Japón como en España.



Hitomi Kawakami, la autora de esta peculiar historia japonesa



Post scriptum:

        Venía de leer ‘Hozuki, la librería de Mitsuko’, que me provocó un buen subidón de literatura japonesa, pero el libro no me ha llegado, no me ha entrado por el ojo, es así, pues es una historia sin más, simplona, rancia y aburrida, sobrevalorada, que no llega a la suela de los zapatos a la autora de la librería de Mitsuko, Aki Shimazaki, donde los personajes tienen mucho más peso que los protagonistas de la trapería de Tokio, donde la gloria de los actores relevantes en esta anodina historia los tiene que buscar el lector, nunca el autor, de ahí el aburrimiento en la mayor parte de la lectura, donde nos cansa con tanto fideo chino y cansina tertulia en la trastienda, pasando sin pena ni gloria al hablar siempre de lo mismo, siendo unos sosos de cuidado, hasta la extenuación. En muchas ocasiones, ya que debido a la lectura me encontraba en Japón, tenía ganas de acercarme hasta el bosque de Ahokigahara, para invitar a los insulsos protagonistas de la anodina trapería a un suicidio colectivo, esperando de esta forma llegar a la última hoja.

       Relata la vida de una persona normal y corriente, una persona como tú y como yo, uno más en el mundo, ahora bien, si le hubiera puesto algo de salero al asunto la cosa hubiera cambiado bastante, pero esto no ha sido posible y, nos hemos tragado un aburrimiento del copón. La historia va de más a menos, en caída libre, ‘ a chapa’, deseando llegar a la última página para no suicidarte, -aunque esto ya lo he comentado un poco más arriba-, vuelvo a repetir, demasiada simplicidad, demasiada simpleza, donde reina la insulsez y la abulia.

      La historia de amor entre Hitomi y Takeo no es para nada atrayente, una relación desganada para unas vidas aburridas. Todavía no me explico como los nipones pueden encontrar pareja si todas funcionan de las misma manera que estos dos…, donde pasan sin pena ni gloria por el mundo, ya sé que la vida es muy rutinaria, pero, sino hacemos algo por salir de ella es muy fácil que no lleguemos a cumplir los cincuenta tacos de edad. Solo se salva un poco el señor Nakano con sus aventurillas sexuales, porque vuelvo a repetir por enésima vez que el argumento es nulo, nulo, nulo de narices y sobrevalorado en todos los sentidos.

        Hay un aspecto que llama poderosamente la atención, la falta de habilidades sociales para relacionarse entre ellos mismos, viviendo hacia dentro sus emociones, siendo unos seres que viven en soledad, no haciendo nada para evitarlo. Entre tantas redes sociales, tanta pantallita y tan poca relación humana, el futuro no es, ni será nada claro para la raza humana, que lleva camino, sino no lo hemos iniciado ya de solo querernos a nosotros mismos. Hay que joderse.


Comentarios

Entradas populares