Robot dreams
Un corto de café en compañía de Elvex: El robot soñador.
-Anoche
soñé- anunció Elvex tranquilamente
Ante estas palabras pronunciadas
por un robot, la doctora Susan Calvin pareció sufrir un estremecimiento. Más o
menos así empieza el relato de ‘Robot Dreams’, publicado en 1986. Los
robots positrónicos de Asimov están programados para una cosa, una serie de
cuestiones muy importantes como son hacer cumplir escrupulosamente las Tres
Leyes de la Robótica, que fueron enunciadas por vez primera en “Círculo
vicioso”, relato que fue publicado en 1942, que paso a enunciar -aunque
ya las conocéis- aquí mismo:
-Un robot no
puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra
daño.
-Un robot
debe cumplir las órdenes de los seres humanos, excepto si dichas órdenes entran
en conflicto con la Primera Ley.
-Un robot
debe proteger su propia existencia en la medidas en que ello no entre en
conflicto con la Primera o Segunda Ley.
Antes de seguir con la
entrada en cuestión, tengo que añadir algo más, y es que, con el tiempo, el
amigo Asimov, al ir introduciendo más evolución en sus relatos de robots, tuvo
que añadir otra Ley más, que no fue la cuarta, la denominó Ley Cero, que
más o menos es una generalización de la Primera Ley, pero… con una salvedad,
o mejor dicho con un salto cualitativo en la misma, que es la siguiente, “un
robot no puede dañar a la humanidad ni, por inacción, permitir que la humanidad
sufra daño. ¿Queda aclarado?
Ad rem, vayamos al
grano de una robótica vez. Linda Rash, una joven doctora había modificado sin
consulta alguna los circuitos cerebrales de Elvex, convirtiéndolo en un robot
soñador, portador de un cerebro positrónico, que funciona igual que una CPU,
que les dota digamos que, de cierta forma de conciencia, por lo que Elvex,
podía pensar un poco más de la cuenta, su ‘cabeza’ podía pensar diferente
a lo que se espera de un androide normal, los positrones (neuronas) de su cabeza
eran independientes y personales, era una forma de vida artificial que podría resultar
irrespetuosa ante las órdenes dadas por un ser humano. Ojo, el positrón
no es un invento de la grandiosa imaginación de Asimov, es un descubrimiento de
Carl David Anderson, pero ese es otro tema, así que, no nos vamos a meter en
semejante berenjenal.
Volviendo al tema que nos
trae esta entrada, los robots de la historia basan su raciocinio e inteligencia
en un cerebro artificial denominado por Asimov como cerebro positrónico,
que es de tamaño similar al humano y está situado -vuelvo a repetirlo- que en
su cabeza, compuesto por una malla de platino e iridio. Lidia Rush había utilizado
a su libre albedrío geometría fractal en la creación cerebral de Elvex, por lo
que el robot tiene un cerebro más complejo que el resto, menudo lío de
palabrejas y definiciones.
Los cerebros humanos
tienen que soñar para reorganizarse, (…) desprenderse teóricamente de trabas y
confusiones, y eso mismo le está pasando al robot.
“Veo cosas que no tienen relación con lo
que concibo como realidad. Oigo cosas, reacciono de formas extrañas, busco en
mi vocabulario palabras para expresar lo que me ocurre, (…) me encontré con la
palabra sueño. Estudiando su significado, llegué a la conclusión de que estaba
soñando”.
La información introducida en el cerebro
de Elvex por la doctora Rush era nefasta para los intereses humanos, los robots
abrumados por el trabajo y la aflicción por su desgracia, porque la idea del pensador
robótico era que su especie tenía que proteger su propia existencia, es decir,
la tercera Ley de la Robótica, pero a los ojos de la doctora Calvin, está
incompleta. Sí, un robot debe proteger su propia existencia, siempre y
cuando esta existencia no entorpezca el cumplimiento de la primera y segunda
Ley.
En el sueño de Elvex no existía ni la primera
ni la segunda Ley, he aquí el gran problema, el quiz de la cuestión, y
ese sueño era una pesadilla de extrema gravedad para los humanos, porque al final
todo se resumía en una sola: “Un robot debe de proteger su propia existencia”.
Jaque Mate, tocado y hundido, the
end of the road, finito y sanseacabó. Lo imposible se había hecho realidad, se
podía dar el caso que todos los robots del mundo podrían pensar lo mismo y,
esos pensamientos y actitudes positrónicas se volviesen más complejas.
“En mi sueño
un hombre dijo, (…) ¡Deja libre a mi gente!
Si
queréis saber quién era el hombre del sueño y, cual fue el fin de Elvex, creo
que no hace falta leer el fin del relato, uno intuye ese final, que no es para
nada apoteósico, un término que es idéntico al de todos los grandes
libertadores de la humanidad, de aquellos que piensan diferente al resto, de
aquellos que sueñan lo inapropiado, porque los sueños, sueños son…
Comentarios
Publicar un comentario