Los caballeros templarios


“Sencillamente vestidos y cubiertos de polvo”

‘Da gloria, no para nosotros, Señor, no para nosotros sino para tu nombre’.

              Alonso Quijano uno de nuestros grandes personajes de la literatura ha alcanzado el grado de inmortalidad gracias a su creador Miguel de Cervantes. Las novelas de caballerías tuvieron un éxito fulgurante llegando a volver loco a más de uno, como le sucedió a “El Quijote”. La caballería siempre ha dado mucho que hablar y que escribir, pero me atrevería a decir que en primera posición estarían las órdenes de caballería, y los conocidos Templarios en el escalón principal.

              Alejandro Dumas se atreve con esta narración y biografía histórica –de forma breve- sobre lo que acaeció a esta brillante orden militar, que contó entre sus filas con los más brillantes caballeros de la época, alcanzado gloria, fama, poder y riqueza, siempre bajo la máxima de defender los santos lugares del cristianismo, protegiendo a los peregrinos que buscaban su salvación eterna visitando estos lugares, en especial Jerusalén tras su conquista.

              Podemos decir con toda seguridad que ellos fueron los principales protagonistas  a partir de la primera cruzada en esa lucha que mantenían el bien y el mal, el cristianismo contra el islán, donde cada bando defendió su fe a sangre y fuego, hasta las últimas consecuencias. El año 1118 entrará a formar parte de la historia porque fue precisamente en esa fecha cuando se creó la Orden de los Caballeros Templarios, entre los que se encontraban Hugo de Payns (primer Gran Maestre) y Godofredo de Saint-Omer, es a partir de este momento en que el autor de una forma dual, entre cuento y crónica relata el final de esta brillante orden, donde todos los astros del firmamento se pusieron en su contra para rubricar el fin de unos hombres denostados, unos monjes-guerreros que siempre fueron fieles a su juramento de fidelidad. El concilio de Troyes allá por 1128 quedaba muy lejos porque un papa puesto a dedo Clemente V, aquel que desplazó el papado a la ciudad francesa de Aviñón, junto a un rey francés apodado “El Hermoso” y de nombre Felipe (ruin, falso y avaricioso) quiso acabar con ellos de un plumazo, desapareciendo para siempre la comunidad, la heroica milicia de la capa blanca con una cruz roja en el hombro, su cruz patada siempre visible que ha pasado a formar parte de la historia.

Con trescientas obras (arriba-abajo) tras sus espaldas Alejandro Dumas -padre- es uno de los escritores más prolíficos de su tiempo, todo un merito. Un auténtico grafómano de verdad...

              La ciudad de París fue la sede principal de los Templarios y también su final, un edificio conocido como ‘Viejo Temple’ muy cercano a la plaza de San Gervasio era el lugar de reunión de estos frailes de la milicia, así que sus paredes, junto a la torre que limitaba a la iglesia de St. Jean en Greve fueron testigos de todas sus reuniones, de las capitulaciones que allí se celebraban y especial del triste final que el destino les tenía preparado.

              Las hazaña heroicas por ellos realizadas de nada sirvieron, las batallas realizadas entre la cruz y la media luna que están escritas en la historias de los siglos XII y XIII pasaron a la nada, al olvido (como siempre suele suceder en estos casos) y la valentía por ellos demostrada en los campos de batalla fue puesta en su contra, al igual que su fe, un plan pergeñado por sus enemigos para borrarles del mapa.

              Acusados de adorar a ‘El Diablo’, con ceremonias de iniciación satánicas, libertinaje, prácticas criminales…un sinfín de mentiras que claro está dieron su resultado, fasos testigos, indignos testimonios que consiguieron poner a la orden en un brete, en un severísimo juicio que acabó con ellos para siempre, en especial con el último Gran Maestre de la orden Jacques de Molay, que tuvo una de las peores muertes posibles, no quiero hacer un spoiler pero para eso tendréis que leer esta pequeña historia de la cual hoy tratamos, junto con lo ocurrido con todas las riquezas que estaban en poder de estos magníficos caballeros, pero pese a todo estos “milites Christi” quedarán para siempre en nuestra memoria. Los hombres de la cruz patada siempre estarán en los sueños de todos aquellos que un día soñaron con ser caballeros.

La imagen es cortesía de: "Historias de nuestra Historia"

Ultílogo:

              Jacques de Molay fue quemado vivo delante de la catedral de Notre Dame (ya he dicho el maldito spoiler) pero antes de morir lanzó la consiguiente maldición contra todos aquellos que habían ultrajado su nombre y el de la orden templaria. “¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia. Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!”.

              No se puede mentir, ni decir que los templarios tenían un comportamiento poco cristiano, para después destruir la Orden y quedarse con todos sus bienes, una jugada hábil pero al mismo tiempo asquerosa, más aún cuando procedía de aquellos que decían ser defensores del cristianismo.

              Las palabras del vigésimo tercer Gran Maestre de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón se hicieron realidad. La profecía hizo efecto, vaya si lo hizo. Tanto el rey como el papa murieron en el transcurso de ese mismo año, así que De Molay de ser juzgado  pasó a ser leyenda. Otra cosa más a tener en cuenta y que no me gustaría obviar, tal  como afirmó el valiente templario la línea sucesoria de Felipe IV, un hombre de duro corazón al que llamaban ‘el Hermoso’ jamás reinaría en Francia, y a los hechos me remito.

 

                                                                             Que la espada del Gran Maestre nos proteja


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