Una casa encantada
“A
cualquier hora que una se despertara, una puerta se estaba cerrando. De cuarto
en cuarto iba, cogida de la mano, levantado aquí, abriendo allá, cerciorándose,
una pareja de duendes”.
(Virginia
Woolf)
Este es un pequeño relato que
forma parte o pertenece a uno de los volúmenes de cuentos de Virginia Woolf, que
algunas veces escribía esta conocida autora, narraciones de las cuales
disfrutamos hoy día a pesar del paso del tiempo, que incuestionablemente avanza
sin que nosotros podamos hacer nada por evitarlo, pero si recrearnos en lo que
nos va dejando.
La señora Woolf era de esas autoras
que escribía cosas para después guardarlas en un cajón, luego un poco más tarde
resucitarlas –cuando hacía falta- y
mejorarlas. En pocas palabras, está considerada como una de las figuras más
destacadas (con diferencia) del llamado modernismo
dentro de la literatura del pasado S.XX
Al terminar la lectura de este
pequeño relato/cuento solo puedo decir una cosa, que cuando vea “una puerta
cerrada” el diminuto duende que hay en mi interior intentará abrirla para ver
si me encuentro con una buena narración de esta mujer llama Virginia Woolf.
Mientras tanto me asomo a la ventana y veo como los árboles tejen penumbras para
un vagabundo rayo de sol.
“No
hay necesidad de apresurarse. No hay necesidad de brillar. No es necesario ser
nadie más que uno mismo”.
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