Sálvora - Diario de un farero
“La
voz de Bislandia”
Cuando apenas tenía 12 o 13 años
leí uno de esos libros que a ciertas edades dejan huella, “El faro del fin del mundo” de Julio Verne que me entusiasmó en
demasía, y como desde mi casa podía observar por la noche los haces de luz del
Faro Cabo Torres, en mi Gijón del alma durante mucho tiempo quise ser torrero,
un farero perdido en un faro del ancho mundo, donde solamente estuviera
acompañado por mi emisora y un montón de libros leídos bajo el humo de una
buena pipa, pero los sueños nunca salen como uno desea, como uno quiere, y
ahora soy –desde hace muchos años- basculero, peso todo tipo de camiones.
El faro de mi ciudad tiene unas
impresionantes vistas, y está situado a 70 metros de altura. Hace tiempo que
quedaron atrás los 332 peldaños que había que subir desde el puerto de El Musel hasta el faro, y hoy solo se puede llegar en coche.
A Sálvora, el faro donde trabajaba nuestro protagonista solo se podía llegar en barco, y es ahí donde arranca, comienza la historia contada por Julio Vilches uno de los últimos habitantes de la isla, uno de los últimos fareros, en la que estuvo hasta 2017, porque cosas de la modernidad el faro empezó a funcionar por control remoto, y los “paisanos y paisanas” que allí trabajaban (como sucedió en el resto de España) sobraban.
Como todo queda en casa los haces
de luz vienen con el libro “Sálvora.
Diario de un farero”, la vida en el mismo de Julio Vilches y publicado por
una editorial que normalmente no defrauda como es Hoja de Lata.
En sus páginas no encontraremos a
piratas de tiempos pasados, tampoco las emocionantes aventuras de los
personajes de Verne, pero sí mareas rubias, camaradería, soledad y mucho
espíritu libre sobrevolando sobre las Rías Baixas, junto a “Voz de Bislandia”
que unía a todos los torreros de la zona.
Amor, libertad, alguna que otra
divertida noche porque no todo es trabajo, caza furtiva, unos extraños vecinos,
una sirena con los pechos pintados de verde, un vigilante apodado “El Algarrobo”
que está a cargo del pazo de los marqueses de Revilla, al que no le gusta que
maten a los conejos propiedad de su señor, un hombre demasiado celoso con el
trabajo que tiene asignado, y una música de fondo a cargo de un desafinado y
ruidoso instrumento, tocado por un pésimo musicante.
La compañía de una ruidosas
gaviotas que nunca te abandonan, junto a un día a día que se intenta animar de
la mejor forma posible, como noches en vela junto a la chimenea, acompañado de
unos buenos amigos que nunca faltan a la cita, sin olvidarnos de esos náufragos
de la vida que aparecen de rebote, salidos de la nada, que caen por esos lares
cansados ya de las travesías por las cuales te conduce la vida…
Se puede vivir sin internet.
Me gustan los faros y los libros de aventuras.
ResponderEliminarLos faros son hermosos lugares donde vivir bonitas historias.
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