La última confesión


Una biografía al estilo de Morris West.





La condición del académico no es el camino de la riqueza”.
(Giordano Bruno, el Nolano)

           Un hombre con una inteligencia innata, una gran mente a la que pudo el orgullo, una suficiencia que le llevó al peor de los caminos, a un juicio inquisitivo en el que no iba a salir de rositas, unos inquisidores que después de hacerle vagar por casi toda Europa intentaron hacerle la vida imposible, - lo tenían entre ceja y ceja- entre otras cosas por contar las verdades del barquero, que lo llevaron derecho a la muerte.

           Después de pertenecer e instruirse en las filas de la Iglesia, divulgó mediante sus escritos lo que pensaba en realidad sobre la misma, (mal negocio) y algunos llegaron a pensar que en realidad era un verdadero bocazas, donde criticaba esa doble vara de medir que tanto le ha caracterizado a lo largo del tiempo, y como quería él que se comportase para con sus semejantes, y la Santa Inquisición como no podía ser de otra manera se le vino encima como una estampida de elefantes en pleno fragor de la batalla.

           Entre sus ideas, divulgadas y publicadas en sus libros fue negar que el Infierno existiese como lugar de castigo…, expresando dudas respecto a cómo enseñaba la Iglesia, de una forma tan nefasta que lo único que conseguía era alejar a las ovejas del redil, y las que tenían la valentía de quedarse eran cada día más y más presionadas, llenándolas de pavor e inculcándolas los peores castigos para sus pobres almas, siempre tentadas por el mal…

Morris West

           Algunos de los justicieros que juzgaron a Giordano Bruno decían que era como un arlequín, ya que por un lado era un académico inteligente mientras que por el otro estaba compuesto de rumores, un hombre que escribía informes anónimos y que tergiversaba las cosas, y al final de todo el palabreo que resultó ser el juicio no le valió para nada, pues se sabía de antemano que estaba todo el pescado vendido. Era según sus oponentes como un muñeco saltarín, algo que tenía dentro y que no paraba, que dominaba todos sus actos, un polichinela que también estaba condenado a muerte.

           Acusado de ser un heresiarca, -hablando en plata, un hereje perdido- (no está nada mal la acusación) Bruno era una excelente pieza que serviría como chivo expiatorio, un buen ejemplo intimidatorio para todo aquel opositor a sus intereses, para que nadie imitase su conducta, para seguir dominando a su antojo el “tema” espiritual de su tiempo.

Giordano Bruno, el 'Nolano'

           Puesto contra la espada y la pared hizo un mal negocio llevando (dirigiendo) sus ya cansados huesos hasta Venecia, la ciudad  de los Dogos, una ciudad que se empeñaba en ser la “Más Serena República”, empeñada en hacer muy buenas migas con esa Roma teológica dominadora de la Fe, la encargada de extirpar la herejía de este mundo.

           Un papa Clemente VII., Ippolito Aldobrandini que era mejor tenerlo como amigo que como enemigo, que al final, tal y como estaba previsto –faltaría más- en esa larga pantomima que fue su juicio acabó firmando su sentencia de muerte, muriendo como era de esperar en la hoguera, feneciendo también con él todo el amplio conocimiento que atesoraba, un trágico fin para uno de los hombres más cultos e inteligentes de su tiempo.





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