Rastros de ceniza
Eran tiempos
de reconversión, pero también de mucho dinero, contante y sonante, gracias a
los montones de subvenciones provenientes de la riquísima Unión Europea, -que el osu les coma vivos- ocasión que
aprovecharon bastantes políticos y empresarios sin escrúpulos, llenándose los
bolsillos de forma fraudulenta, en negocios de dudosa reputación, como los
protagonistas de esta historia, donde una alcaldesa aparece ahorcada de forma
extraña en las escaleras del consistorio, antigua cárcel franquista donde se
efectuaban torturas, junto a un reconocido sindicalista con un oscuro pasado,
que intenta esconder a toda costa, y el maldito silencio, siempre cómplice como
música de fondo.
Nadie es lo que parece, nadie es lo
que aparenta, nadie es lo que dice ser. Una cuenca minera perdiendo todo su
color, tanto político, económico e industrial, un tejido que va desapareciendo
hacia la nada, unos niños de humo que
tienen que buscarse la vida, ‘eses putes
perres’ lejos del hogar, porque ‘o
tienes padrino o nun yes nadie en la vida’.
Una autora que crea un alter ego
llamada Aurora Montes, “Aurorina”, periodista en la radio local de Lanca,
ciudad donde suceden de forma vertiginosa los acontecimientos, que se da cuenta
desde un principio que tras la muerte de la omnipresente alcaldesa hay algo que
no cuadra, que no encaja muy bien dentro del puzle en que la historia va
desenvolviéndose, que junto a una compañera de trabajo, y el jefe de la policía
local desentrañará toda la oscuridad que engloba un pasado lleno de cárceles,
torturas y memoria histórica de la comarca, guardado de forma dolorosa en el
interior de muchas familias de Lanca, incluidas las de nuestros protagonistas.
Toda historia podíamos decir que
tiene una B.S.O. con su respectiva espiral de idas y venidas, al estilo de ‘Telma y Louise’. Esta no podía ser
diferente, así que al mismo tiempo que leemos la historia sonará en nuestros oídos Rafaella Carrá y la conocidísima ‘para hacer bien el amor hay que venir al
sur’. Otra cosa más, un asuntillo sin menudencia alguna, sin exponer aquí
ningún spoiler sobre la obra. Hay una dichosa libreta con el dibujo de Pepa Pig, una puta libreta que todo el
mundo quiere ver desaparecer, y que por circunstancias del destino está en manos de Aurora Montes.
Ultílogo:
Sí, eran tiempos de colegeo juvenil,
cañas de cerveza, chupitos de orujo a pie de barricada obrera, rockabillys de
la cuenca –tíos de puta madre-,
algunos seguro que conocidos míos y que aquí no voy a mencionar, y recuerdos,
muchos recuerdos.
Una advertencia, tener mucho cuidado
con las señoras de la limpieza, esas maravillosas mujeres que dejan todo limpio
y reluciente como el sol, a las que todo el mundo ignora, pues ni las ven ni
las oyen, quizás si las preguntáis tendrán muchos secretos que contar, demasiados,
y quizás den –probablemente- para muchos libros.
Hablando
claro…
“Horacio
Camblor, lampisteru en el Pozu María Luisa. Fue detenido en la calle. Muerto de
una paliza de cojones en la celda de castigo donde le encerraron. Murió sin
dientes, sin uñas y con los huevos desollados. Causa de la muerte…” para
eso tendréis que leer el libro.
Post
Scriptum:
Aitana
Castaño, nuestra particular “Aurorina” es de la dicharachera y dinamitera
cuenca minera astur. Periodista de profesión
trabaja en la RTPA en la sección de noticias. Entre el montón de ‘pallabres que lleva escrites’ figuran: “Los
niños de humo-2018” y “Carboneras-2020”,
que junto a esta historia, tan negra como el carbón, como el aire que se
respiró en la Cuenca forma parte de su ‘Trilogía minera’.
(Mio
suegru foi mineru na cuenca L’Narcea)
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