Segunda casa
‘Creo que no me había dado cuenta de
cuántas partes tenía la vida hasta que cada una empezó a liberar su capacidad
para el mal’.
Yo no sé qué haría si me
encontrase con el diablo en un tren. Quizás podían pasar dos cosas, la primera
sería que me encarase con él, ‘encabronándome
de lo lindo con el personaje’ o poner pies en polvorosa, por si acaso
ocurre algo, una de las ocurriría fijo. Como dice la autora al principio del
libro el mal y el bien siguen brotando juntos en nuestro mundo, pero a pesar de
todo ello las personas todas las mañanas siguen escondiendo la cabeza detrás de
un libro, periódicos, móviles u otras cosas por el estilo para no ver al
diablo. Que retórica más sencilla y exacta al cien por cien por parte de la
autora.
También tiene razón en otro punto.
Es verdad que hay situaciones en la vida que hacen que el cuerpo y la cabeza se
divorcien desde un principio, para algunos desde muy corta edad.
‘Yo creo que las marismas son el pecho
amplio y algodonoso de una deidad o animal dormido, y que su movimiento es el
movimiento lento y profundo de la respiración sonámbula’.
Es una lectura llena de
contradicciones desde las primeras páginas, por ejemplo una que no comprenderé,
es el momento en que dicen que les gusta la libertad y soledad de Nueva York
cuando está llena de gente a cascoporro, (creo que debían de preguntárselo
mejor a la familia Lykov, los
protagonistas de ‘Los viejos creyentes’ para
ver qué opinan al respecto) eso sin tener en cuenta que es ‘la ciudad que nunca duerme’, eso sí no confundirla con Las Vegas
que aunque se vive de noche se la conoce por ‘la ciudad del vicio’.
Esta mujer, vuelvo a repetir que
contradictoria aconseja no tener complejos y no preocuparnos de ver y ser
vistos, mejor no preocuparse de nada dejando ya de fingir. El problema es que a
la página siguiente te vuelve a decir todo lo contrario. Hay momentos que es
desquiciante, ‘menuda turra que da’,
así que comparando con lecturas pasadas me ha recordado a la protagonista de ‘La
mujer loca’ de Juan José Millás, pero este título es mejor con
diferencia, se mire por donde se mire.
Siendo sincero quiero decir que no
he podido con el libro, y mira que es pequeño, pero se me hizo muy cuesta
arriba. Cuando llegué a la página donde la protagonista visita al psicoanalista
para que ‘le quitase el perro que tenía
encima’ ya no pude más, tomando la decisión de dejarlo sobre la mesa y
dedicarme a otra cosa. Esta mujer vuelve a repetir por enésima vez llena de
contradicciones me hacía ofuscarme en la lectura. Tenemos muy poco tiempo de
vida y muchos libros por leer.
La historia, siempre para mi gusto
ha ido de más a menos, además no me parece original, más bien cargante. Esa
lucha constante entre los deseos y las contradicciones no van conmigo. En
ocasiones no hay que hacer caso de la crítica, porque cuando el libro cae en
tus manos te das cuenta de una cosa, ‘han
vendido arena en el desierto’. Algo parecido me pasó con otro título muy cacareado por la crítica ‘Kentukis’,
que resultó igual que ésta que estoy reseñando, totalmente cansina y anodina
del todo. No te crees expectativas de aquello cuanto te dicen, mientras tanto RachelCusk tendrá que esperar. Felices lecturas amigos.
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