El círculo de los blasfemos

 


“He aprendido que la vida es un camino largo y difícil, pero debes seguir adelante, o tendrás que quedarte en el camino”.

(Steve Mcqueen)

           Viajamos a los infiernos, una vez allí, bien acomodados seremos recibidos por un personaje muy peculiar, que soplete en mano y unas hermosas gafas de soldar sobre su cabeza nos dará la bienvenida, y que los seguidores de esta trilogía, dígase ‘Amianto’ y ‘108 metros’ conocemos muy bien, es Renato el encargado del mantenimiento de todas las calderas del Averno -hay que joderse-, donde armado con un buen destornillador y dos buenos martillazos dados a tiempo en el sitio correcto hará que todo siga en regla, en perfecto funcionamiento, faltaría más ‘Maremma marrana’, o como decimos por aquí ‘cagon mi madre ho’, porque ya lo dice muy bien el prólogo… cada lugar tiene su cagamiento propio, esos cagatos que diferencian la procedencia uno, casi sin hablar, y sin que te reconozcan el acento, así que el de Renato es y será entre otros ‘Maremma marrana’.

            Este máximo representante de ‘el círculo de los blasfemos’, -alabados sean- es también enlace sindical, máximo representante del germen revolucionario del ardiente infierno, donde en cualquier momento puede ‘armarse la de dios es cristo’, porque este guía espiritual tiene como mano derecha e inseparable compañero al más canalla de todos, a un experto en fugas y mejor conductor de motos, el gran Steve McQueen, uña y carne para toda la eternidad.

Alberto Prunetti es uno más de todos los hijos que componemos la herencia genética de la "working class" obrera, y de la raza única e irrepetible de los 'blasfemos', donde nosotros tenemos la obligación de  mantenerla viva y respetarla.

            Un recorrido por las anécdotas y recuerdos de la infancia de Prunetti, que con esa particular ironía que le caracteriza cuenta a Elettra, su hija, otra parte de la herencia de la ‘working class’ a la cual pertenece, porque nunca deberá olvidar cuáles son sus orígenes. Renato, no está solo, tuvo haciéndole compañía una gran mujer, Francesca, otra trabajadora más, sin descanso, sin vacaciones, siempre haciéndolo de sol a sol, para sacar adelante a la familia, lo más importante de todo. Discreta, silenciosa, callada, pero también ‘working class’, algo que te deja marcado de por vida. Incluso en la muerte, porque una vez muerto uno no descansa, tiene que seguir trabajando aún más que en vida, por una sencilla razón, el pobre obrero tiene que alimentar a toda la gran cantidad de ricos que se encuentran en los santos cielos –válgame Dios-, de ahí que el infierno, ese caliente averno siempre está lleno de obreros, de esos blasfemos que se encargan de calentar a los de arriba, y si el diablo no está muy atento liar una bien cojonuda.

            ¿Sabéis un detalle que a lo mejor pasamos por alto? Las mujeres de los blasfemos no sueltan ‘cagatos’, no solo porque está mal y es de mala educación, sino también porque tenemos más posibilidades de irnos ‘derechitos’ a los infiernos. Ellas si lo hacen en el momento en que un plato cae al suelo y se hace añicos o se queman con el puñetero aceite, es en ese instante en que de golpe y porrazo las almas de las blasfemas salen a luz, faltaría más hombre.

         Eran tiempos de futbol, quinielas, bares deportivos, la comida familiar los domingos, los amigos y… el lunes, ‘cagon mi madre’ vuelta a empezar, ‘Maremma marrana’, nuevo recorrido por las factorías italianas. Ahora Renato y el cómplice McQueen han iniciado su duelo al amanecer, la tormenta perfecta, temblar titanes, cuando acabe de sonar la armónica esas manos blandas de los querubines van a saber lo que vale un peine, preparan una gran fuga para largarse a otro lugar un poco más divertido, lejos del calor de los infiernos –malditas calderas-, donde tengan algo de acción porque están muy aburridos. Tienen un pequeño problema, se les ha unido una tercera persona, un auténtico blandengue, un estorbo, pero ese tío será el que de vida a sus aventuras, porque es un bardo cojonudo, se llama Dante y ha conseguido salirse con la suya, y abandonará su lugar de descanso para acompañar a ese par de malditos –unos granujas a todo ritmo- en su vagabundear por inhóspitos lugares. Elettra debe sentirse orgullosa de tener un abuelo tan especial. ‘Maremma marrana’, Steve vayámonos de este lugar de una p… vez, ya empiezo a estar hasta los mismísimos, pero yo, humilde lector, tengo una duda existencial que necesito saber sobre ‘la gran escapada’. ¿Será en una potente moto al estilo de Steve o en ese Audi antigualla que tanto le gusta a Renato?

             


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