Amianto

 



“El asesino silencioso”

 

Relato de una biografía obrera:

 

              Nada más abrir el libro nos encontramos con un prólogo en Zoom de Isaac Rosa que dota y da más fuerza al relato, haciéndonos un repaso con aquello que el lector se va a encontrar durante la lectura, que da la impresión que este preámbulo estuviera escrito por el mismo autor. El prologuista se convierte en una dualidad autor-protagonista, como si hubiera sido abducido por el creador de esta historia.

          Vayamos directos al grano “ad rem” y comentemos el libro en cuestión donde nos sumergiremos en una fascinante aventura por diferentes épocas industriales de Italia, retazos de una historia que no es muy diferente a la nuestra porque prácticamente hemos pasado por los mismos momentos de industrialización, desarrollo y reconversión, donde además toca una parte importante de nuestra vida, porque mi generación también se la puede llamar como “hijos de los talleres” viéndonos representados en bastantes partes de la lectura.


              “Y sus hijos, los niños que juegan un fútbol salvaje sobre el asfalto dentro de una fundición abandonada. Rodillas y codos destrozados, una forma de ir acostumbrando sus cuerpos a futuros accidentes de trabajo”.

(Pág. 15)

              Eran tiempos de entrega al trabajo, de una dedicación podíamos decir que cisterciense al mundo laboral donde te podías encontrar de todo, un ejemplo de esto se puede observar en Renato entregando toda su vida a una empresa a cambio de ser “manchado” físicamente y enfermar en un sistema que solo sabe fagocitar a los obreros, mostrando ser unos necrófagos modernos. Uno se pregunta en este caso donde está la justicia y el hijo del autor nos da la respuesta.

 

“Justicia es no morir en el trabajo, no morir ni ver morir a tus propios compañeros”.

(Pág. 26)

              Es una novela que se mueve entre el ensayo y el reportaje, aunque algunos (pienso que quizás unos pocos) también pudiera verla como un verdadero panfleto político, pero… si tuviéramos nuestras barbas a remojo la visión del mismo cambiaría, viéndolo de otra manera. Si retrocediésemos a los años 80,s nos daríamos cuenta de una cosa que esos años fueron una verdadera mierda, porque nos dimos de narices con una puñetera reconversión industrial que puso todo patas arriba. En el caso de Italia el obrero topó de bruces con una clase obrera débil pero también con la llamada aristocracia obrera, los obreros cualificados bien pagados. Una era industrial como la luna, su parte más brillante siempre acompañada del lado oscuro, ese que nunca nos abandona.



         Llama la atención la complicidad con ese abuelo que no puede hablar, donde espían/visionan con unos prismáticos a una vecina bastante “curiosa – de buen ver” que vive en los pisos de en frente. No podemos olvidarnos del omnipresente fútbol que hacía olvidarte de los malos ratos de la semana, evadiéndote durante noventa minutos con el equipo de tus amores, aunque luego te jugasen un disgusto. La afición por jugar al fútbol por conseguir ser una estrella del equipo local, siendo admirado por todos, en especial por las chicas.

              Como dice el autor, jugar al fútbol en una acería abandonada era una forma de acostumbrarse a los futuros accidentes laborales.

              Antes las ciudades estaban orgullosas de mandar a los obreros a trabajar por todo Italia (al igual que en España), pero ahora los mandan al paro. Esto es debido a que con el tiempo ha habido un retroceso de los movimientos sociales, y yo diría que también sindicales, así que el pescado ya está vendido de antemano.

              Más denuncias por parte del autor: Es más fácil para el sistema sanitario señalar un cigarrillo como cancerígeno, más que un proceso productivo que está impuesto y es sufrido.

              Quiero resaltar aquí unas palabras del autor al recordar su vida: “Soy acero, ascendente amianto”. Somos como óxido que hay que lijar.

 

              “…más que contra el Padre Eterno, debía cargar contra los humanos que han transformado esta tierra en un infierno”.

(Pág. 146)


              El prólogo en algunos momentos hace spoilers de lo que va a suceder o encontrar durante el texto, ya que menciona “lo que es un derecho estando vivo que no sea reconocido cuando ya estás muerto”. En este caso el sistema en que nos ha tocado vivir lo tiene bien claro, es más fácil hacer pagar a la colectividad que a los patrones. La muerte del padre no vale nada, tan solo 70 euros al mes más para su viuda en una ridícula pensión, mientras otros viven como reyes. Me gusta la comparación que hace entre la muerte de la mascota familiar (una perra) y su padre. La vida de un perro de caza para muchos solo vale un cartucho, mientras que la de un obrero como su progenitor solo son 70 euros.

Alberto Prunetti, el autor de esta biografía obrera. La reivindicación de una clase trabajadora en busca de unas mejoras laborales. Una historia de luto y amianto.

              Como bien comenta el autor este es el relato de una biografía obrera, pero también para los que tenemos cierta edad es una parte de nuestras vidas, de nuestra historia, unos recuerdos que no se deben de olvidar y que siempre hay que recordar y mantener, porque tirar del llamado carro de la vida también exige sacrificios, algunos de ellos bastante dolorosos. Los recuerdos, en especial el de los padres siempre serán imborrables.

 

Club de Lectura

(Biblioteca de Gijón Sur)

 

 


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