Fruitlands
Todo está
inventado, cualquier tipo de idea que pudiera surgir por muy extraña que
parezca siempre está basada en otros actos del pasado, que ya se pusieron en
marcha en otras épocas con más o menos éxito. Ahora casi todo el mundo prefiere
vivir una vida tranquila, con menos estrés y alejados del mundanal ruido
producido por la gran ciudad. Unos ideales basados en el campo, en la vida al
aire libre, obteniendo todo lo que se pueda con el fruto conseguido con el
trabajo de tus propias manos, aplicando muy bien el principio de ‘ganarás el pan con el sudor de tu frente’.
También está comer
sano, de la forma más saludable posible, desechando todos los productos
alimentarios procesados que invaden las estanterías de los supermercados que
pueblan todo el país. Compramos y consumimos todo aquello denominado ecológico,
porque se comenta que es mejor para nuestra salud cada vez más perjudicada
debido al estilo de vida que llevamos, siempre con prisas, siempre con ruidos y
siempre con la misma rutina marcada de antemano con el paso de los años, que
nos hace sufrir en silencio el llamado “Síndrome de Homer Simpsom”. Actos
medidos y seguidos una y otra vez de los cuales no nos desviamos ningún
milímetro.
No hace tanto tiempo, estoy
hablando del S.XIX, es decir a la vuelta de la esquina este concepto de idea ya
funcionaba, dicho de otra forma, la teoría de abandonar la civilización para
acercarse a la madre naturaleza fue un ideario que formó parte de la cultura
americana, y vuelve a estar en boga hoy día.
Alguien tuvo y tiene que ser el primero, y para eso estaban los pioneros. Fruitlands relata la vida en una comuna utópica formada en su mayor parte por hombres y mujeres cercanos al pensamiento trascendentalista, -entre ellos los amigos del padre de Louisa May- deseando poner en práctica sus teorías junto a los miembros de la familia Alcott y la autora del relato, así que cada uno trabajaba donde más le gustaba, según las cualidades adquiridas con los años, y también según los intereses marcados de antemano por ellos mismos. No estaba nada mal la cosa, hasta aquí me interesa, hasta aquí trabajo.
La vida en Fruitlands transcurría en
la práctica de los ideales de sus habitantes, entre los que se encontraba el
veganismo, tan en boca de la gente de nuestro siglo –donde algunos creen que lo han inventado todo, incluso hasta el pan-,
pero todo se acaba y lo bueno termina pronto, así que el destino de Fruitlands
–la comuna- fue el fracaso. Unos ideales que acabaron perdidos
en la nada, y que fueron recuperados por la autora del relato como recuerdo del
paso de la familia Alcott por la misma, de esta forma todo lo que está escrito permanecerán
para siempre.
Una faceta desconocida de Louisa May Alcott archiconocida por `Mujercitas’,
que ha pasado a engordar la lista de los libros más famosos de la literatura
universal con este título tan conocido por todos nosotros. Fruitlands es algo
diferente, algo distinto que puede gustar más o menos y a mí no me ha
ilusionado lo suficiente, esperaba otra cosa, quizás encontrarme con algo más
sustancial y no fue así, por eso he de decir que para la próxima vez deseo
tener una lectura un poco más provechosa, que me haga volar y llevar hacia
otros mundos más placenteros, ya sabéis que nunca se escribe al gusto de todo el mundo, y si a mí
no me ha llamado suficientemente la atención probablemente a otros les parezca
un relato corto de gran belleza, con un ejemplar digno de reposar en las
estanterías de casa, dispuesto a ser leído en el momento en que nosotros
dispongamos.
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