El sofá de Sherlock Holmes

Relecturas de antiguos héroes del ayer e ídolos de hoy...



    Grandes titanes, semidioses imposibles de vencer gracias a su gran intelecto, personas de lo más normal que han dejado huella, (como el Padre Brown de Chesterton) y como no podía ser de otra manera, nuestro protagonista de hoy tenía que ser Sherlock Holmes, el inquilino del 221B Baker Street, quizás una de las calles más conocidas del mundo, y lugar donde vive la gente adinerada... aunque eso ahora no venga a cuento.

   Termino de releer "La reaparición de Sherlock Holmes" por Arthur Conan Doyle, aunque eso también lo sabéis, pues este detective junto con su escritor deben de ser, o son uno de los personajes/creadores más famosos y conocidos del mundo, por tanto sobran las palabras...y las letras. Este hombre desordenado, propietario nada más y nada menos que de un Stradivarius que toca a deshora, es decir y con perdón cuando le sale de los mismísimos, comedor de galletas, amante de las abejas, dicho de otra manera un experto apicultor, (Mitch Cullin publicó una historia sobre un Sherlock Holmes, ya mayor, bastante repugnante debido a la edad, fumador de asquerosos puros, y experto en apicultura, que tiene que volver a las andadas muy a su pesar porque no quiere dejar las abejas por nada del mundo,  y su título es Mr. Holmes, donde hizo humano al mito, increíble.)


    Me hubiera encantado conocer a la pobre señora Hudson, ¡Dios mío! que paciencia tuvo que tener  esta pobre mujer con el personaje en cuestión, lidiando como buenamente podía con todas sus manías..., esta pobre casera seguramente tiene el cielo bien ganado. ¿En que estaría pensando cuando decidió alquilar las habitaciones a semejante sujeto?

   Se ha hablado mucho de Sherlock y sus cosas, pero lo que de verdad tengo ganas de conocer o de hacer más bien es viajar en el tiempo, y descansar o dormir en el sofá de su habitación, donde tantos protagonistas de sus historias lo han hecho, descansando o pasando el tiempo (durante la noche o la madrugada) para coger un tren y viajar hasta el lugar del crimen, el lugar donde acaecieron los hechos que nuestros amigos van a investigar. Una buena cena, un buen fuego, un buen tabaco, (y eso que no fumo) una buena charla junto con un excelente licor, y un merecido descanso en el mejor sofá del mundo. ¿Qué más se puede pedir a un mundo de ficción? 

  Un hombre que aunque amaba la justicia, y que también tenía la suya propia, a veces la ejercía a libre albedrío, con un criterio de lo más fino, una justicia que repartía según su conciencia, siempre para bien al ser un buen conocedor del alma humana, ya que él era cerebral por excelencia, y también debido a un intelecto inquieto, cuanto tenemos aún que aprender en nuestros tiempos que lo damos todo por sabido. 


   Otro monumento habría que hacerle a su mejor amigo, al compañero por excelencia, (vuelvo a repetir esta palabra, pero le viene como anillo al dedo) que también le aguanta todo, un matrimonio podríamos llamarle así indisoluble, un colega, un confidente,  un asociado de aventuras al que asesora en el porqué de sus descubrimientos, y ese hombre que cuenta sus aventuras para que 'ese tal Holmes' pase a la posteridad.

   Si he de ser sincero, de toda esta historia yo me quedo con la chimenea, el sofá y escuchar alguna de sus melodías tocadas fantásticamente por ese Stradivarius, que es manejado de forma magistral por una de las mentes más inteligentes del mundo.






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