El efecto Mandela
Las bibliotecas y librerías son una parte importante de nuestras vidas (1):
Todo este lío comienza con Bastián, ese niño
regordete de diez años, huérfano de madre, donde en el cole todo el mundo se
mete con él, así que un día, huyendo de tales abusos, lluvioso como nunca,
entra en la librería del señor Koreander, donde encuentra un libro, ese libro
que todos andamos buscando, que nos produce una irresistible atracción, en su
caso el título del mismo era “La historia interminable”, y como
pasa en la mayoría de los libros, por lo menos los que se precien de serlo se
encontraban esas fascinantes verdades que siempre están escritas a voces, así
que no estaría mal que nos refugiásemos en los libros, aunque solo sea de vez en
cuando, como hacía el protagonista de esta historia de Michael Ende.
Así que, aislado en el desván de ese colegio donde sufría
abusos, en esa buhardilla a la que nadie quiere subir por diversas razones,
deberíamos gatear por sus empinadas escaleras y aislarnos, para leer hasta la
extenuación, pero con algo en mente muy importante, recordando, recordando para
nunca olvidar aquello que leemos, pequeños detalles sin importancia, fragmentos
de diversa índole, pero que en el fondo son datos que nos pueden dar mucha
información sobre todo aquello que estamos leyendo.
Que quiero decir con esto, pues que, de esta manera, ya
que las librerías y bibliotecas son una parte importante de nuestras vidas (también
los desvanes), nunca olvidaríamos que diecisiete son el número exacto de
escalones que hay desde las habitaciones de Sherlock Holmes hasta las frías
baldosas de la calle en el 221b de Baker Street, en un nublado y frío Londres,
donde el crimen acecha a cada esquina. Tampoco debemos de olvidar que el diecinueve
o 19 (según gustos) es el número de escalón desde donde se puede visionar el conocidísimo
‘Aleph’ de Borges, en ese sótano de Buenos Aires, ciudad de Beatriz
Viterbo, que Sebastian Belmoth era el nombre que utilizó Oscar Wilde en
el hotel L’Alsace de París, donde pasó sus últimos días, en la
habitación nº16 de la Rue de Beaux Arts, sin una perra gorda en los bolsillos y,
la famosa frase “espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?
nunca se pronunció, sino “espejo mágico”, y esto es debido a que
nuestra mente genera recuerdos que jamás han sido reales, (vaya, parece que no
es tan perfecta como parece, o todo lo contrario, es demasiado inteligente,
llenándonos de confusión para divertirse, para jugar un poco con nosotros
porque se aburre), la memoria es demasiado sugestionable y manipulable, de ahí
el recordar siempre las cosas mediante los libros, ya sabéis la tan manida
frase, ‘verba volant, scripta manent’. Mucho cuidado, porque socialmente
aceptamos frases, dichos, falsas verdades que damos por reales, ese efecto
arrastre que es producido por aceptar las cosas tal y como vienen, total
que Colón no descubrió América, sino un comerciante muy listo proveniente de
Alfa Centauri, si esto es falso y no lo sabemos nuestra mente, a veces traidora,
asociará esta primera información como algo muy real y, cuidado con llevarnos
la contraria, a pesar que nos expliquen que eso no es cierto seguiremos
creyendo que fue Abdón, el comerciante de cascos espaciales el verdadero descubridor
de las Américas, la de arriba y la de abajo, entrando nuestro querido cerebro
humano en lucha, en contradicción, en ese eterno conflicto entre lo que es real
y lo que es falso.
Desde este hortus conclusus que es la celda de mi
habitación, donde teclaescribo en ocasiones en este silencioso blog que
nadie lee, me gustaría daros un consejo (humildemente y sin acritud). Seamos
como Bastian Baltasar Bux, escondámonos en nuestro desván particular,
leamos todas esas historias que nos fascinan, que nos trasladan a otros mundos
y, nunca olvidemos, guardando para el recuerdo todo aquello que nunca queramos
que se olvide.
Recordar, en el sótano o en el desván se encuentra
nuestro Aleph, nuestra historia particular, el lugar donde se revelan los
secretos, el punto en el cual podemos ver todo el universo de forma simultánea,
el que necesitamos para leer soñar y nunca olvidar…
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