Escape room

 

Casa de la familia Panero,  cortesía de leotopia.es

     

               Dice una conocida canción que “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay, Dios!, y eso es lo que me ha pasado hace unas horas cuando me he enterado de la noticia que corría por algunos medios de comunicación, obligándome ha coger el teclado para hacer una entrada en este silencioso blog que nadie lee, pero que, a mí, disgustos aparte de vez en cuando me genera alguna satisfacción.           

            Escape room, extraña palabreja que traducida al cristiano significa “habitación de escape”, menuda mierda, que consiste en salir en la sala en la cual estamos encerrados mediante juegos de ingenio, puzles y enigmas que deberemos resolver, hasta que encontremos ese maldito código de los cojones que nos permita escapar, eso sí, hay un requisito indispensable, queda totalmente prohibido tocar el coño a la Bernarda.

Leopoldo Panero

Nací en Astorga, el novecientos nueve,
y allí quiero dormir en mi remanso
familiar, a dos metros de la nieve. 

Nací en octubre, en el minuto justo,
y a sazón de las doce, entre paredes
provincianas llorando de disgusto.

Nací en Astorga, como pesa el torno:
con una catedral desde mi nacimiento;
y con mi calle en sombra me conformo.

            Toda esta grosería por mi parte viene a cuento por la última barbaridad cometida por el ayuntamiento de turno que, escondiéndose bajo falsos populismos, progresía de lo más chabacana, analfabetismo de primera clase, propone utilizar la casa-museo de los Panero, en Astorga, como casa del terror en Halloween (Jaloguín pa´ los cultos), donde se desarrollarán las habituales cencerradas de turno, dígase pintacaras, escapadas y acertijos sin botijo, habiendo otros lugares para hacerlo. Fantástico tíos, sois la hostia de pensantes, políticos de cursileo y la chambonada, lugar de patanes, donde la idiocia está a la vuelta de la esquina.

            Cuando la cabeza no da para más, uno no sabe quién fue Leopoldo Panero y da igual que haya sido uno de los poetas más laureados del franquismo, fue un gran bardo y punto, (una de las voces líricas más importantes de la posguerra), o su hijo Leopoldo María Panero, maldito entre maldito, uno de los poetas más renovadores de los años 60, s., que ahora estará vagando por Carnaby Street en busca de maravillosas locuras, un Peter Pan que no quería salir de su locura, sino que pretendía que los demás entrásemos en ella. El vate del ácido y del vómito debe estar revolviéndose en su tumba al ver que quieren hacer con la familiar casa astorgana.

            Tampoco debemos olvidarnos de su madre, la escritora Felicidad Blanc, aunque a estos políticos “se las trae al pairo”, tampoco deben saber quien fue Juan Luis, ni Michi Panero,  aunque eso quizás se lo deban de preguntar a otro poeta Luis Antonio de Villena, que lo aclara muy bien en su obra “Lúcidos bordes de abismo”. Aclarar que la casa también alberga el legado de otros célebres astorganos, como José M. Luengo (arqueólogo), Ricardo Gullón (crítico literario), sin olvidarnos de los correspondientes libros, manuscritos, partituras, fondos audiovisuales…en fin, la ignorancia llevada al grado sumo.


Leopoldo María Panero

Tengo un idiota dentro de mí, que llora,
que llora, y que no sabe, y mira
solo la luz, la luz que no sabe.

            Como hoy me he levantado con ganas de polémica y de tocar los corindones, voy ha decir una cosa, si esto lo hicieran en la casa-museo de un conocido futbolista, en los locales de un famoso estadio del `puto furbo’ impidiendo o dificultando la celebración del correspondiente partido, toda la ciudad hubiera salido en manifestación, protestando por la idea del idiota de turno, así que volviendo al comienzo de la entrada y de esa conocida canción creo que la solución está bien clara, sacar del bolsillo esa  38, un Smith & Wesson especial de bolsillo que todos llevamos dentro para librarnos de todo mal... (simbólicamente hablando), porque creo que ha estas alturas de la vida es la única manera en que más de uno adquiera, sino que no pierda la poca cordura que tiene, pero creo que ya no tenemos remedio.


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