A vueltas con Ferlosio
Cuando
se vive en un maravilloso mundo interior del cual uno no quiere salir. Entre el
intimismo y la intimidad.
A vueltas con Ferlosio, sí con este hombre que tanto le apasiona vivir
en casa (me refiero a que es muy feliz dentro de ella, donde ha encontrado su
verdadero paraíso, en especial el creativo.)
Repito, digo lo de “vuelta” porque parece ser que solo quieren resaltar
de él sus rarezas, (eso me creo yo) en vez de toda su trayectoria literaria,
donde no voy a comentar nada al respecto porque es archiconocida de todos
nosotros.
Hispanos somos, triste país de pacatos, (ya sé que me repito mucho con
este tema, pero es la triste realidad) ensalzando las rarezas de los escritores
ajenos a nuestra patria como Sallinger, viendo normal sus “estupideces”, pero
criticando a los que están en nuestra casa, como es el ejemplo de hoy.
A vueltas con Ferlosio porque dicen que es un bicho raro. ¡Coño, si es
que no paran de tocarles las narices! Siempre erre que erre con los mismos
temas, preguntándole siempre las mismas preguntas, debe de estar hasta los
mismísimos de todos ellos.
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Se aburre, claro que se aburre. Con toda la razón del mundo. Un
nacionalismo cargante y pesado, unos pésimos políticos, más cultura en los
medios de comunicación y menos deporte. Me recuerda al poeta argentino del
silencio, la tristeza y la distancia Juan Gelman, que huía de los bullicios, de
los homenajes, de aquellos que van de listos por la vida, porque el poeta o el
escritor solo tiene que crear, sacar todo aquello que lleva en su interior.
A vueltas con Ferlosio, porque es un genio, incomprendido como todas las
grandes mentes, y criticado hasta la saciedad como Goytisolo, extraños dentro
de su extraño mundo, cabreados con la España que les ha tocado vivir, imposible
de cambiar, porque ni quiere ni si deja.
Ya en su casa respirará tranquilo (que es donde mejor se está) y dirá…por
fin solo. Tengo el pleno convencimiento de una cosa. ¿Sabéis por qué no quiere
salir a pasear? Le pasaría como la estrofa de esa canción que dice:
“Si
sale a pasear la sombra de ningún árbol le cobijará.”
«Describiré brevemente
y por su orden estos ríos, empezando por Jarama: sus primeras fuentes se
encuentran en el gneis de la vertiente Sur de Somosierra, entre el Cerro de la
Cebollera y el de Excomunión. Corre tocando la Provincia de Madrid, por La
Hiruela y por los molinos de Montejo de la Sierra y de Prádena del Rincón.
Entra luego en Guadalajara, atravesando pizarras silurianas, hasta el Convento
que fue de Bonaval. Penetra por grandes estrechuras en la faja caliza del
cretáceo —prolongación de la del Pontón de la Oliva, que se dirige por Tamajón
a Congostrina hacia Sigüenza. Se une al Lozoya un poco más abajo del Pontón de
la Oliva. Tuerce después al Sur y hace la vega de Torrelaguna, dejando Uceda a
la izquierda, ochenta metros más alta, donde hay un puente de madera. Desde su
unión con el Lozoya sirve de límite a las dos provincias. Se interna en la de
Madrid, pocos kilómetros arriba del Espartal, ya en la faja de arenas
diluviales del tiempo cuaternario, y sus aguas divagan por un cauce indeciso,
sin dejar provecho a la agricultura. En Talamanca, tan sólo, se pudo hacer con
ellas una acequia muy corta, para dar movimiento a un molino de dos piedras.
Tiene un puente en el mismo Talamanca, hoy ya inútil, porque el río lo rehusó
hace largos años y se abrió otro camino. De Talamanca a Paracuellos se pasa el
río por diferentes barcas, hasta el Puente Viveros, por donde cruza la
carretera de Aragón-Cataluña, en el kilómetro diez y seis desde Madrid…»
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