El Empire State y el B-25
Una de aviones:
Podía ser una maravillosa historia, un buen guion
cinematográfico, pero como sucede muchas veces, la realidad suele superar a la
ficción, y sino que se lo pregunten tanto a los supervivientes, como a los
testigos de este suceso, que jamás lo olvidarán por muchos años que vivan.
Finalizó este lluvioso mes
de junio, por lo menos para esta ciudad norteña donde vivo, en la que el “orbayu”
forma parte del vivir de cada día, y esperando con toda la ilusión del mundo
que llegue julio. En julio no solo hace sol, llegan las fiestas de “prao” en
los pueblos, tomamos cervezas, y vamos todo lo que podemos a la playa, sino que
también hay un aniversario, una curiosidad que voy a comentar:
El 28 de julio del año
1945 en Nueva York, “la ciudad que nunca
duerme”, la capital del mundo mundial (como diría Jesulín de Ubrique y Manolito
Gafotas) se despertó con un susto tremendo, ya que un B-25 pilotado por un renombrado héroe de guerra, se metió un
piñazo, vamos que se estrelló contra el Empire State Building, sin necesidad de
ser un avión enemigo.
A los mandos de este potente avión estaba ni
más ni menos que el coronel Bill Smith, (con nombre y apellidos de cantante,
actor famosillo de Hollywood o de zapatillas deportivas de una renombrada
marca), que se las traía muy felices llevando el bimotor de los demonios, pero
recibió un mensaje por radio. Había una densa niebla que poblaba Manhattan, vamos
que… hablando mal y bien, para que todo el mundo nos entienda, que no se veía
una mierda, y tenía que andarse con cuidado. El tío no hizo caso de la
advertencia, es decir que debía de aterrizar antes de llegar a la city
neoyorkina, porque el señor coronel solo esperaba ver tierra firme (como los
hombres de Colón) y aterrizar.
Pero sucedió lo que no
tenía que haber sucedido. La niebla se desvaneció, encontrándose el señor
piloto de bruces con el enigmático edificio que dominaba la ciudad. Hay una
cosa que tenemos que tener clara, un B-25 no es un coche pequeño con el que podemos
callejear por la ciudad, presumiendo de reflejos y habilidades. El avión en
cuestión es un pedazo bicho de la leche, ya que pesa aproximadamente 10
toneladas, y que maniobra lento, normal, porque este ruidoso cacho de hierro es
muy grande. El resultado final es que se “metió” un pepinazo de la leche contra
el grandísimo edificio a 320 km/h.
Las plantas 78 y 79 del
cachalote le recibieron con los brazos abiertos, dicho de otra forma,
recibieron el brutal impacto, (porque el B-52 sobrevolaba a muy poca altura,
150 metros), convirtiendo en antorcha olímpica al Empire State, y a
consecuencia de esto el fuego devoró los pasillos de dicho edificio hasta la
planta 75. En el hueco del ascensor encontraron uno de los motores del avión,
que incendió el sótano. El otro motor atravesó un montón de paredes, una tras
otra (hasta 7), para luego caer en la calle 33. Todo un espectáculo.
El pánico cundió en la
ciudad, pensaban que el enemigo atacaba, y la gente amedrentada escapó por
donde pudo, o por donde quiso. Tenían el miedo metido en el cuerpo desde Pearl
Harbor, pensando que podía ser una brutal agresión. Tuvieron mucha suerte, demasiada
suerte, podía haber sido peor de lo que que sucedió. El porrazo fue en sábado,
lo que significaba que en el edificio
solo había aproximadamente 1500 almas,
si llega a ser un día laborable la cifra podría rondar las 16000 personas,
repito una gran suerte. La ciudad, y en
especial el edificio estaban protegidos por la providencia.
Como caso curioso
comentaros que este accidente trae consigo un record, que lo ostenta Betty Lou
Oliver, de veinte añitos de edad, que
tras caer por un hueco de ascensor con una altura de 330 metros, sobrevivió a
sus heridas, y hasta el día no ha sido superado. Todo esto que estoy narrando
ocurrió a las 9:49 de la mañana.
El teniente coronel Bill
Smith (27 años) y sus dos acompañantes, el sargento Christopher Domitrovich
(31) y el mecánico de aviones Albert Perna (19) murieron en el acto, junto a 14
fallecidos y 26 heridos. El brutal impacto ocasionó daños por valor de 1 millón
de dólares, tardando 3 mesecillos en reparar todos los daños.
¿Sabéis cuál era el nombre
del avión? “Old John Feather Merchant”.
(En el añor 1931 Alfred E. Smith, en compañía de sus nietos inaugura el Empire State Building), eran otros tiempos.
Para quien le guste leer
la historia en libros o publicaciones viejas, como más me gusta a mí tiene:
Pesadilla en el piso 79 (Selecciones del Reader´s Digest: Mayo de 1957)
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